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44 JUAN JOSE ACOSTA RODRIGUEZ Mención aparte merecen algunos textos de Boecio que se refieren a la individuación de las formas accidentales. Por ejemplo: «Blanco y nieve son universales, pero este blanco que es contemplado ahora en esta nieve, ese no puede predicarse de cualquier otro blanco porque ha sido llevado a la singularidad (“ad singularitatem deductum est”) y constreñido a una forma individual por la participación del individuo (“ad individuam formam constrictum est individui PARTICIPATIONE” ). “Ese blanco sólo puede predicarse de la única nieve por cuya PARTICIPACION él mismo devino singular”» 21. No existen, pues, salvo especiales inflexiones y matices, novedades des- tacables en el empleo de los términos «participar» y «participación» en este segundo comentario de Boecio a la «Isagoge», si los comparamos con el primero anteriormente examinado. Podemos concluir, en consecuencia, que en el contexto de ambos comentarios la participación expresa las rela­ ciones de inclusión lógica y ontològica de los distintos predicables, así como la pertenencia de los individuos a cada uno de ellos. III. LA «PARTICIPACION» EN EL COMENTARIO A LAS «CATEGORIAS» DE ARISTOTELES a) 'Participación y denominación Ya en el Libro Primero, al comentar el concepto aristotélico PARONY- MA, que Boecio traduce por «denominativa», hacen su primera aparición el verbo «participare» y el sustantivo «participatio»22. Así, «denominati­ vas» son aquellas cosas que no sólo PARTICIPAN de una misma realidad, sino también del mismo nombre, aunque éste deberá presentarse con algu­ na transformación. Por ejemplo: de gramática, gramático; de fortaleza, fuerte; etc. Boecio formula el siguiente enunciado de carácter axiomático: «Quo- tiescumque aliqua res alia PARTICIPAT, ipsa PARTICIPATIONE sicut rem, ita quoque nomen adipiscitur». Por consiguiente, para que una cosa comparta el nombre de otra y ello con propiedad, debe participar también de su misma realidad. Por ejemplo, un hombre se denominará «justo» en la medida en que participe de la «justicia». Ahora bien, para que surja un vocablo denominativo se requieren 21. L. II, c. 5, p. 184, 6-11; p. 185, 14-16. 22. M ig n e, PL, 64, co. 168.

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