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LA REFORMA DE LOS ESTUDIOS FILOSOFICOS EN ESPAÑA.. 9 Puso las cosas en el disparadero la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, ofreciéndose al Consejo en abril de dicho año para colmar de algu­ na manera el vacío intelectual provocado por el extrañamiento de la Com­ pañía de Jesús. Con ese fin pedía se la tuviera a ella presente a la hora de proveer las cátedras de filosofía y teología, «o de alguna otra nueva que, con este motivo, pueda establecerse, mediante faltar en esta ciudad la ense­ ñanza pública de filosofía moral, derecho público, real español», etc. La oferta apenas podía ser más oportuna, pues en el Consejo madrileño iba perfilándose con claridad .creciente lo que se denominaba entre sus miembros «restablecimiento de la enseñanza pública», que habría de afec­ tar, ante todo, a las universidades. Sevilla madrugaba, pues, en esa aurora de la reforma Carolina, y el modelo hispalense serviría, en alguna medida, para las demás. El fiscal del Consejo y alma del reformismo, Campomanes, dictaminaba en agosto que debía aceptarse el ofrecimiento de la Academia literaria de Sevilla y contar con él «cuando se trate de restablecer la enseñanza públi­ ca» en la ciudad. Para fomentar el florecimiento de la universidad, como también para contener el pauperismo callejero, podrían aprovecharse los edificios de los jesuítas2. Pero el fiscal daba un paso más: conocía a la persona ideal para realizar el proyecto, y la recomendaba para ponerla al frente. El 25 de agosto le era asignada esa misión a Pablo de Olavide, así como la de revisar las bibliote­ cas de los colegios jesuíticos para formar con sus fondos una biblioteca pública general. Este dinámico personaje puso tanto fervor como tesón en elaborar un plan completo de cuanto se le pedía, adjuntando algo más, de suma importancia en nuestro caso, como fue un plan de reforma de los estudios universitarios. Era asistente de Sevilla desde junio. En la primera quincena de noviembre del mismo año de 1767, la Real Sociedad hispalense de Medicina se hacía ya eco de «las justas medidas con que el real y supremo Consejo de Castilla solicita reformar el método de enseñar en nuestras universidades».' El «plan Olavide», aunque compuesto en el 67, fue remitido al Consejo el 25 de febrero del siguiente año. Con el asistente lo firmaban las otras dos autoridades gubernamentales de la capital bética: el arzobispo Francis­ co Solís Folch de Cardona y el regente de la Audiencia Luis de Cárdenas. Olavide advertía que su plan había sido consultado con «otras muchas personas, así eclesiásticas, como seculares», por lo cual creía justa la afir- 2. AHNC, leg. 5477, n. 4, f. 3.

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