PS_NyG_1989v036n001p0007_0038

20 GERMAN ZAMORA Entre las sugerencias válidas para todas las facultades lanzan los plani­ ficadores de Sevilla la de la conveniencia de suprimir el dictado en clase, «estilo absurdo y digno de corregirse»; la enseñanza, en su lugar, por «cur­ so s buenos y aprobados », obligatorios para todos; y el aliciente de los pre­ mios a sus mejores autores nacionales, pues «la desgracia es que no los tenemos al presente». Reputaban el empeño en conseguirlos uno de los más dignos de la atención del Consejo, para que animara a los sabios a formar un curso metódico y propio para las universidades, «recogiendo cada uno en su facultad lo mejor que haya en los buenos libros». Nadie merecería tanto una recompensa pública, por parte del gobierno, como quien diera a la nación un curso perfecto en su especialidad. Consideraban la propuesta muy a la altura de la «ilustración» del Consejo, y se ofrecían a adelantar la pauta conforme a la cual podrían confeccionarse tales cursos, «con arreglo a las líneas que van designadas en este proyecto». Insistimos en estos detalles y en los concernientes a la distribución de las materias filosóficas del plan, porque un cotejo superficial entre ellos y el curso filosófico que ofrecerá al país Francisco de Villalpando un decenio después parece responder muy de cerca a la meta prefijada por Olavide y su grupo. En cuanto a la originalidad de sus ideas, no dudan en advertir el recur­ so «a los mejores libros que conocemos», sin mencionar más pormenores14. En el «Abreviado extracto» de dicho plan que se conserva en la Biblioteca Colombina, se dice que fue formado por Olavide, Juan Gutiérrez de Piñe- res, José Cevallos, Bartolomé Romero González, Sebastián Antonio de Cortés, canonista, y Domingo Morico, matemático. Y que pusieron su fir­ ma, como se recordará, además del asistente, el arzobispo de la diócesis y el regente de la Audiencia15. 14. V éase F. AGUILAR P iñ a l, La universidad de Sevilla en el siglo XVIII , 203. 15. BCS, ms. cit., f. 150. Alguna luz sobre la aportación personal de esos «metodistas», a la composición del plan conjunto de todas las facultades, suministra una anotación marginal puesta por el conde del Aguila al referido manuscrito de la Biblioteca Capitular Colombina. En ella se atribuye a Cevallos la lista de autores y el plan de estudios teológicos (del que, en cambio, se hace autor al trinitario Alonso Cano, obispo de Segorbe, en AHNC, leg. 5477, n. 4, ff. 295-297), a Morico el de medicina y matemáticas, y a Romero el de leyes. Del asistente se dice que «ingirió en todo sus ideas». Pero ¿quién formó el de artes? ¿Cevallos, Olavide, Morico...? La generosa infusión de matemáticas en el mismo podría sugerir la mano de éste último en sus aspecto doctrinales, sin mermar la de los otros en los «doctrinarios» (cf. el ms. cit. de la BCS y F. AGUILAR P iñ a l, o . c., 224).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz