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432 JOSE LUIS LARRABE 4 . U n a c o n s id e r a c ió n l it ú r g ic a d e l m a t r im o n io c r is t ia n o Con ocasión de la solemne ceremonia promulgadora de esta doc­ trina en el Concilio de Trento, el Evangelio que se eligió para la misa final (fácilmente se llegó a la coincidencia para dicha elección entre los diversos textos) fue el de las bodas de Caná, la presencia de Jesús en aquellas bodas y en las de los cristianos que lo inviten, se dijo (Jn 2, 1 - 11 ) 23. En efecto, si la liturgia es expresión y celebración de la fe, ésta siempre creyó en la Iglesia que Cristo está presente en el matrimonio cristiano, para que sea cristiano: su presencia siempre es eficaz: «prae- sentia semper efficax»; buena prueba de ello es la transformación del agua en vino, decían unánimemente los Santos Padres, no sólo San Agustín24. De ahí que siempre estuvo sobre la mesa de aquel Concilio de Trento (en el tema sacramental del matrimonio) este texto del Evan­ gelio de San Juan, junto al de la Carta de San Pablo a los Efesios (5, 22-32). Y esto con voluntad de demostración de la convicción de que el matrimonio de los cristianos es sacramento. Y no faltaron intervenciones destacadas de Padres conciliares a fa­ vor de que esta cita de San Juan se incluyera en el prefacio doctrinal acerca del sacramento del matrimonio, previo a los cánones sobre dicho sacramento: Doctrina de sacramento matrimonii (D. 969 = DS 1797ss): allí donde se nos dice que es Dios mismo el que interviene uniendo y bendiciendo; que la gracia que perfecciona este amor natural de los esposos y confirma su indisoluble unidad y santifica a los esposos, es Cristo mismo, el autor y perfeccionador de los sacramentos, el que la mereció en su Pasión [libremente asumida por amor]. Lo cual ya lo había sugerido el Apóstol Pablo, añade el Concilio, al decir: «varones, amad a vuestra mujer como Cristo amó —y ama— a su Iglesia y se entregó por ella», añadiendo a renglón seguido [el Apóstol en su Car­ ta]: «Este sacramento es grande: yo lo digo en Cristo y en la Iglesia». Es de notar —y litúrgicamente sería de desear— que el Concilio de Trento cita este texto comenzando por el v. 25: «varones, amad a vuestra mujer», no, pues, por otros versículos de sabor —a primera 23. CT IX, 965, 20-24. 24. José Luis L arrabe , Dignidad de la vocación matrimonial y su sacramen- talidad en virtud del bautismo (según San Agustín), en Revista Agustiniana XXVIII (1987) 3-28.

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