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LA PIEDAD BARROCA CONFRATERNAL EN ANDALUCIA 415 gro, ocho luces y seis hacheros con sus hachas, un ataúd con su tapa aforrada ( sic ) en bayeta negra, una poca de cal y un lienzo blanco pa­ ra cubrir el rostro del difunto. ... Llevarán seis hermanos el féretro ... acólitos por incensar durante la vigilia y más ministros. Aunque quizás más significativo que cualquier detalle, por más que el conjunto de éstos nos haya valido para tipificar desde luego una sen­ sibilidad, nos acabe resultando aquel deber de que ya hablamos atrás que a las caridades sevillana y gaditana competía de recoger los huesos dispersos e insepultos a la intemperie67; y el mandamiento en los en­ tierros de los pobres de que «habiendo repartido las velas que llevan en los clérigos y seglares que allí se hallaren, hecho el oficio, los dipu­ tados por sus manos sacarán el cadáver de las andas y lo enterrarán en la sepultura, porque eso es enterrar los muertos y lo demás es sólo acompañarlos». Y, ¿no venimos notando ya que nos está llegando a leit-motiv ópti­ co de nuestro itinerario esa profusión de velas, de hachas, de cirios, de luces? Tanto que nos reclama en este trance el monopolio de la aten­ ción. Una civilización de la cera «Cuanto más que yo quiero que sea verdad y ordenanza expresa el pelear los escuderos en tanto que sus señores pelean; pero yo no quie­ ro cumplirla, sino pagar la pena que estuviese puesta a los tales pací­ ficos escuderos, que yo aseguro que no pase de dos libras de cera, y más quiero pagar las tales libras». Así hablaba Sancho al otro escudero del Caballero del Bosque 68, dando con ello entrada en la novela egregia a ese modo de pago en cera tan común en las cofradías tanto para las cuo­ tas como para las multas69. Y que tan común era — ¿qué mejor prueba que su puesta en boca de aquel personaje en un contexto ajeno del to­ do a las confraternidades?— por tratarse de una materia que se con­ sumía en aquellas con genuina prodigalidad. 67. Recordamos haber leído a Dámaso Alonso la prisa con que hubo de llevar a cabo una investigación por la cual se le había dado a un párroco permiso para exhumar los viejos restos de un literato del siglo de oro; del obispado urgían a volverlos a dar tierra. 68. Quijote, II, 14. 69. Martín de Riquer, en la edición que hemos manejado (Barcelona, Clá­ sicos Planeta, 1980), anota el pasaje: «En las cofradías, a los que no asistían a las funciones les imponían penas en metálico que se empleaban en la com-

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