PS_NyG_1988v035n003p0395_0422

396 ANTONIO LINAGE CONDE también existe, y teñido de religiosidad, un simbolismo de los núme­ ros que llega a investir a alguno dé éstos de un carácter un tanto sacro. Un ejemplo al azar entre tantos. Estallada la revolución de sep­ tiembre, se inquietan por su suerte inmediata los jesuítas españoles y el día 21 del mismo mes, de 1868, por supuesto, el provincial de Cas­ tilla, Eugenio Labarta, envía una circular a todas las casas para que hagan en comunidad una novena al Corazón de Jesús antes o después de las letanías ordinarias «ante el Santísimo Sacramento descubierto en la forma que se acostumbra a descubrir en los triduos de renova­ ción», y a todos sus sacerdotes para que ofrecieran tres misas donde no se recibía estipendio por ellas y una donde se recibiera a la vez que a los no sacerdotes para que rezaran tres coronas del rosario y aplicaran tres comunes por la misma intención3. Otro en circunstancias aún más trágicas, y conste que no porque las tales sean a ellos más propicias. Encarcelados al comienzo de la guerra civil de 1936 varios eclesiásticos en el viejo barco Río Segre, surto en el puerto de Barcelona, como el rector del seminario de Tarra­ gona usara demasiado ostensiblemente el único breviario disponible a bordo que pertenecía al canónigo también tarraconense Salvador Rial Lloberas, el tal libro litúrgico fue confiscado por los guardianes, ante lo cual Rial, además de reconstruir el oficio en lo posible de memoria para cada día, compuso doce novenas a la Virgen bajo doce de sus ad­ vocaciones, las cuales fueron copiadas en varios ejemplares que circu­ laron bastante por la nave4. Notemos en los dos casos el entrecruzarse de cualidad y cantida­ des pues. ¿Era lo que quería decir Joaquín Romero Murube tratando de otro muy concreto y por su parte a cual más esplendoroso de la piedad barroca, nada menos que la Semana Santa de Sevilla, y definién­ dola 5 sencillamente «barroquismo de emociones y realidades»? Pero ciñámonos a nuestro argumento de las cofradías. Desde luego que entre ellas y el barroquismo devocional no hay una simbiosis. Mas es preciso reconocer que la corporeización asocia- 3. M. R evuelta G onzález , La Compañía de Jesús en la España contemporá­ nea I, Madrid 1984, 30, nota 5. 4. H. R ag uer , Le vicaire du cardinal : Mgr. Salvador Rial Lloberas, vicaire general de Tarragone pendant la guerre civil espagnole, en Revue d ’histoire ecclésiastique 69 (1984) 372-3. 5. Pregón de la Semana Santa, Sevilla 1944, 14.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz