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412 ANTONIO LINAGE CONDE cárcel el Cristo entre los faroles y subiendo los demás a la capilla a «consolar a aquel pobrecito que está en manos de la muerte». Y de la procesión última, la que llevaba hasta el patíbulo, se diría que su descripción supera al suplicio mismo incluso en patetismo: Y en poniéndole el verdugo la opa, bajarán delante de él hasta el pa­ tio, donde ha de estar el hermano mayor y demás hermanos. En po­ niéndole en el borrico irán delante los mozos de los faroles con el San­ to Cristo, y detrás los dos hermanos diputados de entierros pidiendo para hacer bien por su alma o por si fuere necesario algún alivio en las calles que ha de andar, sin dejarlo un punto del lado hasta que llegue a la horca; y si el pobre fuere arrastrado nuestros hermanos lo lleven en hombros, y acuérdense no de los delitos de aquel hombre sino que esto lo hacen con Nuestro Señor Jesucristo pobre. Aunque es preciso reconocer que la apoteosis teatral es la de la eje­ cución misma, tanto es así que de «la mayor función» de la hermandad se la calificaba en las cédulas — «cedulitas»— de citación para ella, y de espectáculo en la descripción reglamentadora que prosigue: Y en llegando el paciente cuiden de que la gente se detenga, y estén todos en pie hasta que el verdugo lo tenga en lo alto de la escalera, y le quiten el cristo de las manos y empiece el que le ayuda a bien morir el credo. Entonces todos se hinquen de rodillas, y los hermanos sacer­ dotes saquen sus diurnos y empiecen la encomendación del alma y res­ pondan los seglares. Y a nuestra imitación todo el pueblo se pone de rodillas, y entre estas oraciones muere, que es un espectáculo de gran devoción. Naturalmente que tampoco el entierro podía dejar de estar teatra- lizado. Para asegurar la continuidad dramática, los dos diputados o al menos uno60 habían de permanecer al pie de la horca hasta la hora de aquél, cuando dos hermanos pedían al juez la entrega del cuerpo61, «en nombre de José y el santo Nicodemus», entrega que les hacía el verdugo bajándolo de la horca y recibiéndolo en sus brazos el hermano mayor y los demás, «y lo meterán en nuestras andas que han de estar prevenidas con su paño azul y dos hombres con sus opas que las trai­ gan, y en la primera ermita o iglesia lo han de entrar y cerrar la puerta por la gente, y le quitarán la opa y cordeles y lo amortajarán con mortaja 60. «Pero puede ir uno y quedarse otro, porque tenga lugar de comer». 61. «De aquel pobre que con la muerte ya ha purgado su delito».

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