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LA PIEDAD BARROCA CONFRATERNA!. EN ANDALUCIA 409 varias hermandades y sin que lo hayamos buscado de proposito. De lo cual nos ha llegado el momento. El diálogo de los muertos con los vivos Pues las dos de la Caridad, la sevillana y la gaditana, ésta calcada de ésa según dijimos, nos van a brindar en este ámbito una genuina mina de oro, a pesar de lo amplio de sus fines 51. Aunque antes vamos a ocuparnos de la sacerdotal de Ceuta, en cuanto concede una atención particular a la agonía de sus hermanos, y ello es uno de los tópicos de la actitud hacia la muerte de aquellas mentalidades 52. Para los levitas ceutíes la agonía viene a ser un estado, como tal etapa a se bien delimitada de la enfermedad lisa y llana en la que se inserta y que en ella desemboca, a juzgar por la permanencia que una vez aquélla aparecida impone del servicio confraternal53, distinguién­ dose en éste la confesión sacramental de la disposición específica para la muerte, el ars moriendi ya de tanta tradición literaria y doctrinal e incluso iconográfica. Y se diría que ese estado de agonía, y ello es con­ secuente con lo que tiene de tránsito ante todo, empalma antes que con lo que le precede con lo que le sigue, o sea con la muerte, ya que los de­ beres de los agonizantes —que así se llaman no sólo a los enfermos que agonizan sino a los «enfermeros» ad hoc que llegado el trance los asisten— , se extienden a las primeras atenciones al cadáver en unión de los hermanos para ello deputados expresamente luego del falleci­ miento: Las obligaciones de los Agonizantes son estar con el hermano que en­ tra en agonía de noche y día sin dejarle un punto, compartiendo el trabajo entre los dos o más que señalare el hermano mayor según el tiempo que durare. Será a lo menos uno (sic) confesor, para reconci- 51. Para una categoría de cofradías asistenciales, véase V , P aglia , "La pie- tà dei carceratiCon fratern ite e società a Roma nei secoli XVI-XVIII, Roma 1982. «Biblioteca di Storia Sociale», 11; «Storia e letteratura», 1982. 52. Pierre Chaunu ha podido hablar del «gran ceremonial de los instantes que preceden a la muerte» y no sólo también de los que la siguen; de la «tea- tralización de la agonía, con la gradación gestual y mental del ars moriendi que para los actores-espectadores es un fenómeno de catarsis» (La mort à Pa­ ris, XVI, XVII et XVIII siècles, Paris 1978, 347-50). Pero conste, ¡que la tea- tralización no tiene nada peyorativo! 53. CE 5, «oficio de los agonizantes»; a éstos no se les llama expresamen­ te enfermeros. 10

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