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408 ANTONIO LINAGE CONDE ces secularizadoras y racionalizantes, y es el acatamiento a la legisla­ ción reciente que había suprimido «las cofradías de sangre», por lo cual ésta había tenido que cambiar su nombre y eliminar el uso de «los trajes y túnicas blancas que vestían para azotarse y hacer otras penitencias públicas» 46, limitándose a «la primera función de la nove­ na de Nuestro Padre Jesús, la estación de la cofradía y las honras por nuestros hermanos difuntos todos los lunes». Continuidad, pues, pro­ cesional y devocional al Cristo víctima a pesar de todo 47. Pero en cualesquiera cofradías, o sea, incluso también en estas sa­ cramentales y «de pasión», y no sólo en las específicamente motivadas por la piedad hacia los difuntos, la dimensión escatológica está muy in­ tensa y extensamente viva 48, en cuanto que todas ellas prolongan los vínculos confraternales para después de la muerte 49, con arreglo a los dogmas católicos de la vida futura, el purgatorio, la comunión de los santos y el valor de los sufragios por los que pasaron, correlativo de la capacidad intercesora de ellos para con los vivos 50. Ya hemos tenido ocasión de comprobar esta pujanza de lo mortuo­ rio y de ultratumba en los ejemplos que han antecedido de nuestras 45. TC, 11-2. 46. Para dorar la píldora se añade excusatoriamente «que ejercitaban con escándalo e irreverencia de lo sagrado y misterioso del tiempo de Semana Santa». 47. TC 10, «de las obligaciones de los hermanos». Un testimonio entre tantos andaluces, por otra parte nada extraordinario ni geográficamente sig­ nificativo, de la pervivencia de esa devoción «pasional» es el Ejercicio de las tres horas y modo práctico de contemplar las Siete Palabras que en la cruz habló Cristo Señor Nuestro, dispuesto por el padre A lonso M esía , de la Com­ pañía de Jesús, Baeza, Imprenta de la Comisión General de Libros, marzo de 1845. 48. Para Philippe Aries, las cofradías llegaron a convertirse, para seguir siéndolo durante mucho tiempo, en «instituciones de la muerte» ( L’homme devant la mort, París 1977, 182-87). 49. Para Vovelle «el santo instituto de cofradía» es la mediación humana en la jerarquía intercesora por la que pasa el diálogo entre los muertos y los vivos. La mediación divinal es el panteón celeste de los ángeles y los santos. Pero ésta, añadimos nosotros, tiene también en la confraternidad su puesto. El aroma que la piedad romántica daría a la barroca al yuxtaponerse a ella —el dolce stil nuovo de la música de Perosi en la misa que seguía teniendo su sede en los retablos de Churriguera— supondría, en palabras del mismo Vovelle, la intimisation de aquél diálogo. 50. Philippe Aries valora felizmente la metamorfosis definitiva de lo pa­ gano en cristiano encarnada en esa fijación post-tridentina de la liturgia de la muerte: «Desde su último suspiro, el difunto ya no pertenece ni a sus ami­ gos o compañeros ni a su familia, sino a la Iglesia», y la lectura del oficio de difuntos, rezada, salmodiada o cantada, ha sustituido a las antiguas la­ mentaciones de las plañideras (Libro citado en la nota 48, pp. 164-82).

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