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404 ANTONIO LINAGE CONDE no reciben 31 en los hospitales, como son lepra, ectiquez y apestados, o suma vejez y otras semejantes» . Indole asistencial tenía también la cofradía de San Pedro de Ceuta, pero sobre todo de ayuda mutua entre sus propios miembros sacerdo­ tes, aunque también la extendía a los levitas forasteros 33 que «por cual­ quier accidente que sea hubiere en la ciudad»; ayuda mutua material —en la enfermedad, la agonía y la sepultura— y espiritual —ésta no solamente en los sufragios post mortem sino también en la dimensión piadosa de los mismos estados de enfermedad y tránsito— . A sí34 «los enfermeros han de ser dos, y tan solícitos en su ministerio que no den ocasión a que experimenten los enfermos cosa alguna, así en su asisten­ cia corporal como espiritual, pues ésta es toda su obligación, aplicán­ dose con más caridad y celo al más desvalido, y visitarlo dos veces cada semana no siendo la enfermedad peligrosa y siéndolo todos los días; [ . .. ] solicitarles médico, botica y cirujano si conocieren tiene falta», y «si el enfermo pasare tres días en cama, acudirá al tesorero por la li­ mosna diaria que son dos reales de vellón cada día mientras está en­ fermo y ocho días de convaleciente sin que salga fuera». 31. La ambivalencia de la enfermedad, que en una dimensión meramente humanista ha llegado a ser inspiradora cardinal, por ejemplo, de la literatura toda de Thomas Mann, por supuesto ha sido a su vez una constante de la piedad cristiana, muy viviente en la mentalidad barroca concretamente. Cfr. el Devoto septenario sacado del que compuso el reverendo padre José Budía, predicador de Su Majestad y provincial de la religión de clérigos regulares Ministros de Enfermos de la villa y corte de Madrid. Lleva añadido el modo fácil de ofrecer los dolores y gozos al santo y la carta de esclavitud, Granada 1760. En la oración segunda para el sexto día se invoca: «que para acrisolar a vuestro amado siervo san José le agravásteis de muchos dolores y continuas enfermedades». 32. La asociación de la limosna a la piedad hacia los difuntos se difundió concretamente mucho en las confraternidades del barroco. Para superviven­ cias suyas, véase el cuadro de costumbres de D. R ea , Fate bene alie anime del purgatorio (saggio sceneggiato sui mendicanti napoletani), Nápoles 1973, 5-34. En boca de las mismas ánimas se pone esta impetración en Portugal: «No meio de tantos tormentos - gritamos em alta voz, - ou nos dai urna esmola - ou pedí a Deus per nós» (Lema de las novelas de Eduardo d'Almeida, Almas do purgatorio, Guimaráes 1920). 33. CE 19, «lo que se hará con los forasteros»; en lo sucesivo citaremos siempre por los capítulos. En cuanto a las limitaciones de esta extensión, leemos al final de la reglamentación que «su entierro será lo mismo (si no tuviere con qué hacerlo) que el que se hace con los hermanos, excepto las misas y aniversario; y si tuviere para costearlo los hermanos de esta Herman­ dad le asistirán y acompañarán graciosamente, y el tesorero escribirá en el libro de la Hermandad el suceso y lo noticiará a su tierra». 34. CE 4, «oficio de los enfermeros»; y 10, «lo que se hará con los herma­ nos enfermos». Luego aludiremos al 5, «oficio de los agonizantes».

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