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378 ENRIQUE BONETE PERALES rrecto de vivirla » 27. En estas afirmaciones puede descubrirse más o me­ nos el objeto de la ética. Todas estas definiciones, aunque escritas en el año 29 6 30, estaban implícitas en muchas ideas de Notebooks y del Tractatus. Lo que nos reafirma una vez más la continuidad de todos sus escritos de carácter ético. Wittgenstein distingue claramente entre un uso relativo y otro ab­ soluto de tales expresiones éticas. El sentido relativo no plantea nin­ gún problema especial; lo bueno o lo correcto puede ser relativo a otra cosa (una «buena» silla sirve para un fin determinado, un camino «co­ rrecto» lo es con relación a cierta meta). La ética, propiamente dicha, no tiene este sentido relativo. El ejemplo del tenista que Wittgenstein expone, con frecuencia comentado, indica con suficiente claridad el sen­ tido absoluto de las afirmaciones éticas. Cabe la posibilidad de que si a un tenista que juega bastante mal se le recomienda que juegue mejor, responda: «Lo sé, estoy jugando mal, pero no quiero jugar mejor». Sin embargo, cuando alguien tiene un comportamiento incorrecto, si se le recomienda que modifique su conducta y responde: «sé que me comporto mal, pero no quiero comportarme mejor», la sorpresa sería mayúscula y no tendríamos más remedio que insistir, emitiendo un jui­ cio de valor absoluto y no relativo: «Pues bien, usted debe querer com­ portarse mejor» 28. ¿Qué significa esta respuesta? A mi juicio, funda­ mentalmente dos cosas: la primera, que el sujeto que se comporta mal no puede argüir razones para su comportamiento inmoral {«no quiero 27. A Lecture in Ethics, en Philosophical Review LXXIV (1965) 5 (15). 28. A Lecture on Ethics, 5 (16). Hierro Pescador ofrece un interesante co­ mentario a esta conferencia en La ética de Wittgenstein, en Aporia II (1966) 251-263 y al discutir el ejemplo del tenista llega a considerar que sí es posi­ ble, teniendo en cuenta determinadas circunstancias, argumentar las razones de por qué un hombre debería actuar de una manera en vez de otra; esto le sirve además para rechazar el carácter absoluto de la ética de Wittgenstein y para abogar por una lógica del discurso moral y por una ética descriptiva. Sin embargo, a mi juicio, defender tales facetas de la ética es no entender bien que para Wittgenstein, tanto el análisis del lenguaje moral como las ti­ pologías morales no son «ética» en su sentido pleno (único válido para Witt­ genstein) sino descripciones de un tipo de lenguaje o de un tipo de moral, y por ello mismo, enunciados relativos, más cercanos al «ser» que al «deber ser». Preguntarse, como hace Hierro Pescador, «¿qué resta como tema de la ética si nos decidimos a excluir de ella juicios morales de carácter absoluto, esto es, si la vaciamos de todo lo que signifique una toma de posición última sobre criterios de moralidad?» (p. 261), no tiene para Wittgenstein ningún sentido. Seguramente le respondería: «no resta nada que tenga que ver pro­ piamente con lo 'ético' porque, tanto la lógica del lenguaje moral como la ética descriptiva, nada dicen del sentido de la vida y la felicidad, que es lo que en definitiva más importa al hombre».

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