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374 ENRIQUE BONETE PERALES (la teología) carece de sentido, es un intento de traspasar los límites del lenguaje significativo: «¿E s el hablar esencial a la religión? Puedo imaginarme perfectamente una religión en la que no haya enunciados doctrinarios y en la que, por tanto, nada se dice. Evidentemente, la esencia de la religión puede no tener nada que ver con que algo se di­ ga, o más bien, si algo se dice entonces eso mismo es un componente de la conducta religiosa y no una teoría» 20. La única posibilidad de que algo pueda ser dicho con sentido en la religión es lo referente al com­ portamiento de los creyentes. Cualquier discurso religioso que pretenda ser significativo tendrá que presentarse como un componente de la con­ ducta religiosa, como algo que surge de la vida moral misma, y que exige una determinada forma de obrar, sin recurrir a justificaciones externas a la religión, es decir, que evita al máximo las razones (filosó­ ficas) para obrar el bien. Unas palabras escritas en el año 37 insisten en este aspecto fideísta y teónomo de esta ética teológica profunda: «La religión dice: ¡Haz esto! ¡Piensa a s í!, pero no puede fundamen­ tarlo y cuando lo intenta, repugna; pues para cada uno de las razones que dé existe una razón contraria sólida»21. El aspecto ético de la re­ ligión («lo bueno es lo que Dios ordena») no puede ser argumentado contra nadie, pues produciría automáticamente una reacción consistente en socavar tales razonamientos y buscar otros distintos tan pretendida­ mente sólidos como los primeros. No es en la dimensión teorética y argumentativa de la ética donde se puede calibrar la validez de «lo bueno» sino en su ejecución, en la vida misma; ahí es donde se mues­ tra lo sobrenatural. En los escritos de sus últimos años (por ejemplo en 1946) Wittgenstein sigue insistiendo en el fracaso de las teorías éti­ cas para orientar la conducta de los hombres, y en la conexión ineludi­ ble entre «lo bueno» y el Dios Hijo: «Opino que el Cristianismo dice, entre otras cosas, que todas las buenas doctrinas no sirven de nada. Debe cambiarse la vida (o la dirección de la vida)» 22. Téngase presente que esta teonomía y fideísmo que hemos resalta­ do sugiere qué poco puede hablarse de lo bueno, y qué inútil resulta argumentar en cuestiones morales y elaborar teorías éticas que respal­ den las decisiones de los hombres. Afirmar, frente a Schlick, que «bue­ no es lo que Dios ordena» significa en realidad situar a la ética en el 20. Ibidem, 14 (35). 21. Vermischte Bemerkungen-Culture and Valué, edited by G. H. von Wright, 29 (60). 22. Ibidem, 53 (96).

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