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370 ENRIQUE BONETE PERALES Si aplicamos todo lo dicho al tema ético cabe pensar que todas las proposiciones éticas de Wittgenstein quedarían incluidas en el concepto de «lo místico», y por eso, ellas mismas «muestran» su esencial «sin- sentido» y al mismo tiempo «muestran» que su posible sentido no hay que buscarlo en el lenguaje (teoría-pensamiento) sino en la vida (prác­ tica-sentimiento). En conclusión, que «lo místico-ético» se muestre sig­ nifica, a mi modo de ver, que las proposiciones y teorías éticas deben dejar de obstaculizar la transparencia de las acciones y decisiones de los hombres en su vida moral. Para saber lo que es bueno bastará «ver» a los sujetos felices que han encontrado el sentido de la vida. Es ahí, en la vida feliz (recuérdese que Wittgenstein escribió en Notebooks 8.7.6: «Soy feliz o desgraciado, eso es todo. Cabe decir: no existe lo bueno y lo malo») donde se «muestra» en toda su riqueza y claridad lo genuina- mente ético, y no en las definiciones o argumentaciones de los filósofos de la moral. La ética como teoría y racionalización de la vida, en vez de dejar ver con claridad «lo ético» que se muestra en los hombres fe­ lices, con frecuencia, lo menosprecia y minusvalora al intentar descri­ birlo o exigirlo a través de proposiciones que necesariamente, como to­ do lenguaje, manchan el valor absoluto y trascendental de lo bueno. Lo «místico-ético» se muestra porque para Wittgenstein la exigen­ cia de realizar el bien no puede ser respaldada por la ciencia o la filo­ sofía moral. Dicho en otras palabras: el conocimiento ético no hace a los hombres buenos, en contra del intelectualismo socrático. Sólo un hombre feliz que con su vida y ejemplo nos «muestra» lo bueno invita a los demás a realizar el bien (y por eso no es extraño que Wittgenstein tuviera tanto interés, como nos cuentan sus biógrafos, en leer y acon­ sejar leer los evangelios y los famosos cuentos morales de Tolstoi: to­ dos ellos nos presentan hombres ejemplares cuya riqueza moral no sólo supera infinitamente cualquier libro o razonamiento ético, sino que ade­ más posee una seducción y atracción inigualables). Lo «místico-ético» se muestra en la vida y se ejemplifica porque el lenguaje (el pensamien­ to) fracasa a la hora de hacer a los hombres felices (recuérdese que «;V ive feliz!» es para Wittgenstein el único imperativo exigible), y fracasa a la hora de reclamar razones para la realización de «lo bueno». Todas estas cuestiones, como pronto veremos, enlazan con la particular teonomía que Wittgenstein defendió siempre y que merece la pena co­ mentar.

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