PS_NyG_1988v035n003p0341_0391
3 6 2 ENRIQUE BONETE PERALES Así llegamos a ver claro que la afirmación tractariana «de la volun tad como sujeto de la ética no se puede hablar» (6.423) es el resultado lógico de las ideas anteriores. Pues si, como se dijo en su momento, creer en Dios es ver claro el sentido de la vida, vivir feliz es cumplir la voluntad de Dios, y la conciencia del sujeto volitivo es la voz de Dios, nos encontramos con que los temas considerados por Wittgenstein co mo los más propios de la ética (sentido de la vida, felicidad y voluntad) remiten directamente a lo que «llamamos» Dios; y esto, en el fondo, equivale a sostener un tipo especial de teonomía moral muy relacionada con su irracionalismo ético. Y si además de todo lo dicho «Dios no se revela en el mundo» (6.432), y nada podemos saber ni decir de Dios, igualmente, o por eso mismo, nada podemos saber ni decir del sentido de la vida, de la felicidad, ni del sujeto de la ética, que es la voluntad. En definitiva, según el enfoque global de carácter religioso que empapa, a mi modo de ver, toda la ética wittgensteiniana, podemos concluir que es justamente nuestra ignorancia radical respecto del conocimiento de Dios lo que determina nuestra ignorancia respecto de las otras dimen siones de la ética (sentido de la vida, felicidad y voluntad). 5. E l s u ic id io En otro orden de cosas cabe también decir que si verdaderamente el sujeto volitivo es el portador de la ética (porque de su relación con el mundo depende la posibilidad de ser feliz y de encontrar sentido a la vida), las afirmaciones de Wittgenstein en Notebooks sobre el suici dio resultan mucho más comprensibles de lo que en principio pueden parecer: «Si el suicidio está permitido, todo está permitido. Si algo no está permitido entonces el suicidio no está permitido. Lo cual arroja una luz sobre la esencia de la ética. Porque el suicidio es, por así de cirlo, el pecado elemental» (8.1.17 y 10.1.17). Sabemos que la esencia de la ética para Wittgenstein no se relacio na con deberes, normas, valores, conductas o criterios morales, sino que remite fundamentalmente al sentido de la vida, a la felicidad y a la toma de posición del sujeto volitivo frente al mundo. El suicidio puede considerarse como la expresión más drástica de una voluntad impotente para ser feliz y encontrar sentido a su mundo; el hecho del suicidio se convierte pues en el pecado elemental contra el imperativo wittgensteiniano de « ¡Vive feliz! ». Además, si la felicidad consistía en armonizar mi voluntad con la voluntad extraña de la que dependemos, el suicidio en el fondo sería un atentado directo contra la voluntad de
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz