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EL IRRACIONALIS MO ETICO DE WITTGENSTEIN 361 En consecuencia, cualquier predicado ético sólo puede referirse, se­ gún Wittgenstein, al sujeto. Pero si se predica del mundo que es bue­ no, esto no sólo es un juicio ético que siempre proviene de un sujeto volitivo, sino que, además (teniendo en cuenta lo dicho en el apartado tercero) denotaría que tal juicio proviene de un sujeto feliz que «cum­ ple la voluntad de Dios» y «acepta el destino». Sólo podrá juzgar que el mundo es bueno quien ha descubierto su sentido. Y como para Witt­ genstein «bueno y malo dependen del sentido de la vida», y el sentido de la vida está «fuera del mundo» (6.41) en consecuencia, bueno y malo no pueden depender del mundo, sino del sujeto volitivo que como lí­ mite del mundo es el sujeto de la ética: «Al igual que el sujeto no es parte alguna del mundo, sino un presupuesto de su existencia, bueno y malo, predicados del sujeto, no son propiedades en el mundo» (2. 8.16). Es conveniente comprender que el hecho de atribuir bondad o mal­ dad solamente al yo es también, a mi juicio, por otra razón fundamen­ tal: porque sólo el yo —sujeto volitivo— puede ser feliz o infeliz, de cuya situación existencial emergerá, como ya sabemos, los criterios de lo bueno y de lo malo. Aunque Wittgenstein escriba que «el mundo de los felices es un mundo feliz» (29.7.16), lo que está diciendo es que la consideración de un mundo feliz depende completamente de la vo­ luntad de los sujetos felices, no del acontecer del mundo en cuanto tal. El mundo en sí mismo no es «feliz», como tampoco es bueno o malo, sin un sujeto volitivo que así lo contemple. Lo único bueno es «vivir feliz», y lo único capacitado de ser feliz es el sujeto volitivo. En este sentido escribe Wittgenstein: «el sujeto volitivo tendría que ser feliz o desgraciado, y la felicidad y la desgracia no pueden pertenecer al mun­ do» (2.8.16). Ni qué decir tiene que Wittgenstein no está defendiendo con este planteamiento un mero subjetivismo moral, sino más bien una especie de «trascendentalismo ético», porque el sentido de la vida y la felici­ dad —es decir, la ética— no pertenecen al mundo, son condiciones de su posibilidad y plenitud. La ética, para Wittgenstein, es «trascenden­ tal» (6.421) o «trascendente» (30.7.16). Por tanto, aquello que es el portador de la ética —el sujeto volitivo— tampoco puede pertenecer al mundo, debe ser asimismo trascendental: «bueno y malo sólo irrum­ pen en virtud del sujeto. Y el sujeto no pertenece al mundo, sino que es un límite del mundo» (2.8.16). 7

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