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EL IRRACIONALISMO ETICO DE WITTGENSTEIN 359 8.7.16: «bueno y malo dependen de una vida feliz o desgraciada», re­ sulta comprensible que Wittgenstein haga depender lo bueno y lo malo de la voluntad, pues, es ella la que posibilita la felicidad humana y el sentido de la vida. ¿Por qué la voluntad es el «sujeto» o «portador» (Träger) de lo bueno y de lo malo? Porque, según se habrá podido com­ probar en los apartados anteriores, lo bueno es la felicidad y lo malo la infelicidad, lo bueno es una vida con sentido y lo malo una vida ab­ surda;y todo ello, felicidad («cumplir la voluntad de Dios») y sentido de alvida («creer en Dios»), dependen en última instancia de un sujeto volitivo que toma una concreta posición frente al mundo. No es extraño que Wittgenstein escriba, por una parte: «el mundo no es bueno ni malo» (2.8.16), y por otra: «mi voluntad es buena o mala» (11.6.16). A mi juicio aceptar que el mundo en sí mismo pueda ser bueno o malo, equivaldría a reconocer lo siguiente: 1.°) que las proposiciones éticas serían equiparables y estarían si­ tuadas en el mismo nivel que aquellas que representan los he­ chos («todas las proposiciones tienen igual valor», 6.4), es de­ cir, serían meramente descriptivas de lo que hay valioso o bue­ no en el mundo, sin ninguna fuerza imperativa, ni obligatorie­ dad incondicional, pues lo que pudiera haber de valioso o bue­ no en el mundo, por convertirse en hecho, «no tendría ningún valor» (6.41); 2.°) que la ética quedaría situada en el dominio de la casualidad («todo lo que ocurre y todo ser-así son casuales», 6.41), es de­ cir, en el dominio de lo que es y no de lo que debe ser, en el dominio de lo contingente y no de lo necesario, de lo aposte- riori y no de lo apriori; 3.°) que los problemas éticos —que son los más importantes para Wittgenstein— podrían ser resueltos con el conocimiento cien­ tífico del mundo, lo cual, evidentemente, está bastante lejos de ser verdad, además de atentar contra el innegable sentimiento que todo ser humano experimenta de que «incluso si todas las posibles cuestiones científicas pudieran responderse, el proble­ ma de nuestra vida no habría sido más penetrado» (6.52 y 25. 5.15). No conviene olvidar que ésta ha sido —cronológicamente hablan­ do— una de las primeras reflexiones éticas de Wittgenstein: la ciencia nada puede decirnos de los problemas que más nos importan, que son

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