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EL IRRACIONALISMO ETICO DE WITTGENSTEIN 357 tra voluntad con lo que nos acontece, pues, esencialmente, «la volun tad es una toma de posición del sujeto frente al mundo» (4.11.16). Y por eso mismo que la felicidad depende del sujeto, y no de los hechos del mundo, no es posible que sea descrita como sí puede serlo lo que acontece en el mundo, y no es posible tampoco objetivar las ca racterísticas de una vida feliz que la haga claramente distinta de una vida infeliz. El factor determinante de la felicidad es el sujeto volitivo —del que pronto hablaremos— y su concordancia con el mundo. Se gún Wittgenstein, lo único que podemos decir es que «la vida feliz pa rece ser, en algún sentido, más armoniosa que la desgraciada», pero, ¿en qué sentido? Aquí está el problema que nos sugiere la incapacidad de la teoría ética para hablar de qué es la felicidad, pues nada sobre ella hay expresable lingüísticamente: «¿Cuál es la marca objetiva de la vida feliz, armoniosa? Otra vez vuelve a estar claro que no puede ha ber una marca tal susceptible de ser descrita» (30.7.16). Y si nos preguntamos por qué no puede describirse la marca obje tiva de la felicidad, la respuesta la insinúa el mismo Wittgenstein a continuación: «tal marca no puede ser física, sino sólo metafísica, tras cendente». Es decir, si sólo lo físico y mundano puede describirse, la felicidad, al no depender de los «hechos del mundo», sino de la «vo luntad» (que según Wittgenstein no puede ser penetrada por la ciencia o la teoría ética), es indescriptible, pertenece al ámbito de lo que está «más allá de la física»; si la felicidad es «trascendente», se resalta con ello su carácter no mundano, se destaca nuestra incapacidad para juz gar qué vida en concreto es la feliz y cuál la desdichada, je manifiesta en definitiva «lo misterioso» de la felicidad y por eso mismo el fracaso de toda ciencia o teoría ética que quiera describir objetivamente en qué consiste vivir feliz. Si vivir feliz sólo es posible, como varias veces se ha dicho, cum pliendo la voluntad de Dios o aceptando el destino, el análisis de a qué nivel se «cumple» tal voluntad extraña o a qué nivel se «acepta» el destino, queda completamente fuera de las posibilidades del conoci miento humano, es algo que «está más allá» del mundo de la física, depende de cada voluntad y, como veremos pronto, poco se puede de cir del sujeto volitivo. Pero aunque el lenguaje prescriptivo (debes vi vir feliz) como el descriptivo (la marca objetiva de la vida feliz) en el campo de la teoría ética son para Wittgenstein un absurdo, no por ello, como ya se ha indicado, la vida feliz y la infeliz son equivalentes.
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