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354 ENRIQUE BONETE PERALES ramente tautológica; parece que la vida feliz se justifica por sí misma, que es la única adecuada» (30.7.16). En realidad, lo que Wittgenstein nos está indicando es que cualquier teoría ética que quiera dar razón de por qué hay que buscar la felicidad o por qué hay que realizar el bien —que en definitiva viene a ser lo mismo— , no nos dice nada, pues nada se puede «decir» de la ética, sólo invitar a «ser feliz». No hay razones para la felicidad. Lo único que se puede decir a los demás es Lebe glücklich! La ética reflexiva y argumentativa, además de ser ineficaz como disciplina normativa de la conducta de los hombres, es un «sinsentido» (unsinnig) pues pretende hablar de aquello que no puede ser dicho, que es «profundamente misterioso». Wittgenstein afirma en clave tractaria- na: «Está claro que la ética no resulta expresable! » (30.7.16). ¿Por qué está claro? Porque la ética se vive, y el vivir feliz (como veremos en el apartado sobre «lo místico») se «muestra», y al mostrarse no ne cesita de explicaciones ni argumentaciones. En definitiva, la ética no resulta expresable —no puede ser «pensamiento» o «lenguaje»— por que lo bueno —que es su contenido— «no existe» (8.7.16), lo único existente es la vida feliz o la vida desgraciada, y lo único que podemos saber es que la primera es «buena» y la segunda «mala». Veamos por tanto qué es lo que Wittgenstein entiende por vida feliz, para compren der mejor la frase del Tractatus que se refiere a este tema: «El mundo de los felices es distinto del mundo de los infelices». En el anterior apartado quedó patente que para Wittgenstein el sen tido de la vida nos era accesible sólo a través de la creencia en Dios y que en consecuencia bueno y malo dependían de Dios. No va a plan tearse de forma muy distinta el tema de la vida feliz. Así en 8.7.16 asegura: «Para vivir feliz tengo que estar en concordancia con el mun do. Y a esto se llama 'ser feliz’. Estoy entonces, por así decirlo, en con cordancia con aquella voluntad ajena de la que parezco dependiente. Esto es: 'cumplo la voluntad de Dios’» (ich tue den Willen Gottes). Es decir, estar en concordancia con el mundo significaría, según la ter minología tractariana, estar en concordancia con «todo lo que acae ce» (1), «con todos los hechos» (1.1); y todo lo que sucede en el mun do es siempre ajeno a mi voluntad, porque ésta es impotente para orien tar y cambiar los hechos del mundo; Wittgenstein considera que «el mundo es independiente de mi voluntad» (5.7.16 y 6.373), acontece sin mi intervención, me es impuesto, y por eso mi voluntad se acerca a los hechos «enteramente desde fuera como teniéndolas que haber con
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