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EL IRRACIONALISMO ETICO DE WITTGENSTEIN 353 En conclusión, sólo nos cabe «comprender» ( verstehen) el sentido a través de la fe en Dios, y «pensar» ( gedenken ) el sentido de la vida al orar. Ni la ciencia —que «comprende» el mundo—, ni la teoría éti ca —que «piensa» la vida— pueden solucionar nuestros problemas vi tales, porque no hay ya tales problemas filosóficos a resolver. A mi jui cio, se podría afirmar que lo que en definitiva Wittgenstein está que riéndonos manifestar es que creer en Dios quiere decir «ver» que el pro blema de la vida ha desaparecido. Y ésta es, a mi modo de ver, la in terpretación más correcta que se puede dar a la proposición 6.521 del Tractatus teniendo presentes ciertas afirmaciones de Notebooks. 3. La f e l ic id a d En términos simpares plantea Wittgenstein el tema de qué es la felicidad y quién vive feliz. Aunque en Notebooks son muchas las pro posiciones que tratan esta cuestión, en el Tractatus sólo hay una en la que se hace expresa referencia a ella: «El mundo de los felices es dis tinto del mundo de los infelices» (6.43). Podemos, por tanto, suponer que muchas de las ideas expresadas en Notebooks sobre la felicidad pueden ayudarnos a comprender tan extraña proposición. El día 8.7.16 escribe Wittgenstein: «Soy feliz o desgraciado, eso es todo. Cabe decir: no existe lo bueno y lo malo». Esta proposición sugiere que lo bueno y lo malo no existen independientes de la felicidad o desgracia de los hombres. Es esta situación vital la que origina el cri terio de bondad o maldad, tan variable como sea la vida del feliz o del desgraciado. Sin gran esfuerzo podemos ver que esta dependencia de lo bueno respecto de la vida feliz es semejante a la que se indicaba en el apartado anterior: «bueno y malo dependen de algún modo del sen tido de la vida», porque, como pronto se verá, no es incorrecto supo ner que el feliz es quien ha encontrado el sentido de la vida. Y si no existe lo bueno y lo malo, sino sólo ser feliz o desgraciado, es evidente que el único imperativo moral exigible a las personas será el de ser fe liz, pues sólo esto es bueno, o sólo de la felicidad puede emanar la bon dad y el bien. Y así, en distntos lugares escribe Wittgenstein: « ¡Vive feliz! » ( Lebe glücklich!), como queriendo resumir toda su ética en esta fórmula. Este imperativo, como los de índole categórica diseñados por Kant, exige su realización incondicional. Para Wittgenstein sería absur do preguntar por su obligatoriedad: «Y si ahora me pregunto por qué he de vivir yo precisamente feliz, la cuestión se me presenta como me-
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