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352 ENRIQUE BONETE PERALES que cualquier respuesta científica y filosófica está de más— ya no es necesario refutar el escepticismo, como siempre ha pretendido históri­ camente la línea racionalista de la ética, se derrumba por sí mismo cuan­ do duda donde ni siquiera hay preguntas. Parece como si el «silencio» ético postulado, tanto en Notebooks como en el Tractatus, fuera el me­ jor método para «disolver» el escepticismo y hacer desaparecer el pro­ blema de la vida. Admitiendo este planteamiento, no resulta extraño que para Witt- genstein la única manera de pensar el sentido de la vida sea a través de la oración: «pensar en el sentido de la vida es orar» (11.6.16). A mi juicio, cuando Wittgenstein conecta el pensamiento (Der Gedanke) con el rezo (Das Gebet) está negando la posibilidad de que exista una ética como «teoría» del sentido de la vida, porque orar nada tiene que ver, en principio, con demostrar o argumentar, sino más bien con «mos­ trar» y confesar el sentido que, además, no sólo «podemos llamar Dios», sino también comparar con «un padre» (11.6.16). Y aquí está, a mi modo de ver, la razón principal de por qué «la solución de la vida se percibe en la desaparición de este problema». No se trata solamente de que el problema sea informulable lingüísticamente, y por tanto, al carecer de formulación desaparece el problema, sino que, al «orar» se percibe la ineficacia de la ética como teoría filosófica para tiansmitir el sentido de la vida; al «creer en Dios» — supuesto de toda oración— se nos ilumina totalmente el sentido, y ya no puede ser un problema, sino una seguridad-claridad, una afirmación de que mi ser, mi vida y el mundo, tienen un sentido, aunque éste sea imposible de comunicar lin­ güísticamente. Así lo escribe Wittgenstein: «Creer en Dios quiere decir comprender ( verstehen) el sentido de la vida», «creer en Dios quiere decir ver (sehen) que la vida tiene un sentido» (8.7.16). Y con esto po­ co se dice sobre cuál es el sentido de la vida, pues remite a qué es creer en Dios (problema éste tan difícil de expresar como lo prueban las dis­ tintas formulaciones que ofrecen las variadas religiones). «Creer en Dios» y «ver claro el sentido de la vida» no favorecen en absoluto su expresabilidad, sino todo lo contrario, imposibilitan esencialmente la intersubjetividad y mediación lingüística. Wittgenstein, a continuación de la proposición 6.521 del Tractatus que intento explicar, añade, en­ tre paréntesis, la siguiente pregunta, extraída de Notebooks (7.7.16), que ilustra lo que estoy queriendo indicar: «¿No es ésta la razón de que los hombres que han llegado a ver claro el sentido de la vida, des­ pués de mucho dudar, no sepan decir en qué consiste este sentido?».

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