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EL IRRACIONALISMO ETICO DE WITTGENSTEIN 351 decir, no es formulable en el lenguaje la respuesta a estas cuestiones pretendidamente filosóficas. Sin embargo, el problema de la vida «des­ aparece», no sólo porque no hay respuesta para él, sino porque, en de­ finitiva, ni siquiera es posible plantearlo en términos filosóficos. ¿Co­ mo sería posible formular la pregunta por el sentido de la vida si su respuesta es imposible? Para Wittgenstein «sólo puede haber una pre­ gunta allí donde hay una respuesta, y ésta, sólo allí donde algo puede ser dicho» (1.5.15 y 6.51), pero, como en el caso de cuál es el sentido de la vida —o en el caso de qué sea Dios— nada puede ser dicho, esto, para Wittgenstein, significaría que ni siquiera puede preguntarse co­ rrectamente por ello. Lo cual parece que contradice la primera pregun­ ta ética que el joven Wittgenstein se formulaba: «¿qué sé sobre Dios y la finalidad de la vida?». A mi juicio, no se da una contradicción tan clara porque al formu­ lar una pregunta pueden ser al menos tres las intenciones de quien la expresa: una de ellas, el querer engendrar la duda a través de la pre­ gunta (intención del preguntar escéptico), otra, el exigir respuestas a la pregunta (que es lo propio de la ciencia), y, por último, el hacer evi­ dente («mostrar») el sinsentido del mismo preguntar. Esta sería la in­ tención implícita en la pregunta de Wittgenstein. Aunque admite la segunda como característica de la ciencia, rechaza absolutamente la pri­ mera. Le parece absurdo querer suscitar la duda, como hace el escepti­ cismo. Y ¿por qué? Escribe Wittgenstein el día 1.5.15 (reproducido en 6.51): «El escepticismo no es irrefutable sino evidentemente sin sen­ tido si pretende dudar allí donde no cabe pregunta alguna. Porque sólo puede haber duda allí donde hay una pregunta...». Por tanto, si sobre cuál es el sentido de la vida —o qué sea Dios— no cabe preguntar, el dudar aquí está fuera de lugar. Y si además «bueno y malo dependen del sentido de la vida», quiere decirse que también la postura escéptica en temas éticos es un absurdo: no cabe duda filosófica sobre qué e s bue­ no porque queda de antemano excluida la pregunta. De todo lo dicho, se podría deducir que lo que más fomenta el es­ cepticismo ético, paradójicamente, serían las distintas teorías éticas que han respondido a la pregunta qué es lo bueno y que han pretendido ofrecer un fundamento al obrar humano. Podemos pensar, por tanto, que con la pregunta primera que Wittgenstein se formula se quiere, no sólo «mostrar» el sinsentido de su formulación, sino también socavar la posibilidad del escepticismo y la duda respecto de la ética; si el sen­ tido del mundo está «fuera» del mundo —que es lo mismo que decir

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