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296 ABILIO ENRIQUEZ CHILLON branza en San Martín de Argentana en dirección a las actuales Carceri, varios huertos cerca de Camerata, una heredad en Fontanelle y algunas otras posesiones más 12. Ello hace indudable la afirmación de que Fran­ cisco pertenecía, por nacimiento, a la nueva aristocracia dei dinero. Sin embargo, no es menos indudable que sus aspiraciones apuntaban —pue­ de decirse que también desde su cuna— a la otra nobleza, a la de la Caballería. El hijo de Bernardone y madonna Pica vino al mundo en una época de cambios, cambios religiosos, cambios culturales y sobre todo cam­ bios socio-políticos profundos y apasionantes. Lo hizo en la época do­ rada de los comerciantes y en los albores del resurgir de la vida mu­ nicipal y ciudadana. El tramonteo constante de las gentes dedicadas al comercio, no sólo transportaba mercancías, trasegaba también ideas, novedades culturales, aspiraciones sociales nuevas e inquietudes de toda clase. Ideas renovadoras en el modo de vivir, en el modo de trabajar y en el modo de producir. Ideas renovadoras del trato y convivencia entre los viejos estamentos, ideas renovadoras de la sociedad misma y sobre todo ideas reivindicadoras de lbiertad y de libertades, no go­ zadas nunca en la sociedad feudal. Esta sociedad llevaba siglos fundada y sostenida sobre el vasallaje y la servidumbre de los desheredados de la fortuna y afincada en el terruño de los grandes terratenientes. Esta sociedad empezaba a cuar­ tearse y derrumbarse. Un auténtico mundo nuevo iniciaba su forja. Un mundo que acabaría por imponerse al viejo y por sustituirlo. Era el mundo del trabajo y de la actividad artesanal libres, del comercio sin trabas de pequeñas o grandes potencias económicas, de las ciudades li­ beradas de caciquismos señoriales, el mundo de los ciudadanos autóno­ mos. Un mundo teóricamente idílico, pero realmente no menos malo que el anterior. Un inmenso oleaje de anhelos de libertad comenzaba a invadir el occidente europeo e invadir de modo ingente e irresistible la península italiana. Francisco empezó a asomarse a los balcones de la historia en plena euforia de los movimientos comunales. Su misma pequeña patria, la turbulenta Asís —unos 2.000 habitantes por entonces— estaba embar­ cada en uno de ellos. Hacía poco, cinco o seis años, la Liga Lombarga había derrotado estrepitosamente a las tropas imperiales de Federico Barbarroja en la batalla de Legnano, 29 de mayo de 1176. El empera- 12. A. F ortini , a. c., voi. I, 143-146; voi. II, 101-112.

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