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294 ABILIO ENRIQUEZ CHILLON dal de rango superior y con obligación jurada de levantar milicias al servicio del mismo» 8. A pesar de todo ello, los vasallos, villanos o siervos, continuaban sin salir de su humilde condición. Sin embargo, algo iba cambiando en ellos. Los mercaderes y comerciantes tenían que atravesar frecuente mente las tierras del señorío en que trabajaban, ello les permitía en trar en trato directo con aquéllos. Tales tratos y contactos —aparte de otras posibles noticias llegadas hasta ellos por otros conductos sobre la nueva situación que iba creándose— fueron despertando en los va sallos inquietudes por su situación, anhelos de mejoras en su vida y deseos de una libertad personal más ampiia y satisfactoria. Si a esto se añade que iban adquiriendo también una conciencia más clara de ciertas injusticias y opresiones a que se veían sometidos, es fácil de ducir que se iba disponiendo el terreno para propiciar descontentos y tensiones internas en ese mundo de la servidumbre hasta entonces callado y sufrido. Tenía que llegar y llegó, en efecto, un momento en que esas inquie tudes y malestares internos salieran al exterior. Al salir fueron cuajan do en movimientos de rebeldía, más o menos amplios y más o menos organizados, hasta desembocar en los que acabarían llamándose «mo vimientos comunales». Estas insurrecciones de tipo popular cuartearon de tal modo el edificio feudal que prácticamente acabaron derribándolo en la península italiana. El primer objetivo de estos movimientos comunales, promovidos prioritariamente por los habitantes de las ciudades, pero secundados luego por vasallos y colonos, era el de liberar a las urbes del dominio señorial. Claro que esto no era más que la fachada exterior. La dinámi ca interior brotaba del egoísmo más feroz. La lucha verdadera se ende rezaba a la conquista del mando y, por medio de él, de la más riqueza posible. El siempre bien documentado A. Fortini, escribe: «La comuna italiana no trae su origen de una visión de los derechos humanos ni de un ideal de libertad e igualdad, ni de un sentimiento de amor hacia los humildes (los minores) o de los oprimidos, sino de un frenesí de bienes tar, de un deseo irrefrenado de expansión comercial» 9. Lo que preten día ese movimiento comunal no era la desaparición del dominio seño- 8. Omer E n g le b e r t, Vida de san Francisco de Asis, Santiago de Chile 1973, 45. 9. Arnaldo F o r tin i, Nova vita di San Francesco, Firenze 1959, t. I, 198.
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