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2 9 2 ABILIO ENRIQUEZ CHILLON mesa de mutua fidelidad, el siervo además, de vasallaje al señor que se la ha concedido en feudo. Ni uno ni otro podrán abandonarla, salvo casos excepcionales, pues el dueño no podrá enajenarla mientras el va sallo no lo consienta 5. Este se obliga a servir al señor de por vida, tra bajando para él y pagándole los estipulados censos y gabelas. El señor se comprometía a mantener, proteger y defender al vasallo. El vasallaje constituia el elemento personal del señorío. El juramento de fidelidad por un lado y la promesa de protección por otro se cerraban solemne mente con el acto llamado del homenaje, sellado casi siempre con el beso mutuo. La estabilidad lograda en este estado de la cosa social comenzó a perder seguridad y equilibrio a mediados del siglo XII. Los determi nantes de esa inseguridad y desequilibrio tendrán diversas fuentes de origen. Una de ellas va a ser el desarrollo insospechado del comercio6. Este desarrollo actuará como cuña rompedora en la armonía tripartita de la sociedad, introduciendo en ella un nuevo estamento, el de los mercaderes. Las Cruzadas han actuado sobre ese desarrollo como ele mento despertador y acelerante. Los tesoros de oriente, bien o mal ad quiridos, constituirán su primer y principal objetivo. Luego se irán am pliando sus perspectivas. Muy pronto, los caminos descansados y pol vorientos de la vieja Europa se ven despertados y cubiertos de trafican tes y mercaderes variopintos, tenderos de tejidos, chamarileros y buho neros, que los zapatean sin cesar. El comercio, a su vez, despierta de su siesta la vida soñolienta y estancada de las ciudades 7. La nueva clase social se agrupa en burgos dentro o fuera de sus recintos amurallados. La vida ciudadana adquie re un auge y un ritmo absolutamente nuevos o desconocidos hasta en tonces. La burguesía —así empieza a ser llamada la nueva clase— au menta en número de día en día. Con el aumento empiezan también a 5. Sobre casos excepcionales, v. Robert B o u tr u c h e , o . c., t. I, cap. V. 6. Para este particular pueden verse Gerarl A. J, H odgett , Historia social y económica de la Europa medieval, Madrid 1982, 5.a ed., capítulos 5, 6 y 7; Johannes B ühler , Vida y cultura en la Edad Media, México 1977, capítulo V; Luis S uárez F ernández , Historia social y económica de la Edad Media europea, Madrid 1984, 2.a ed., capítulo X. 7. H. Pirenne llama a los mercaderes «creadores de la ciudad medieval». «En ninguna civilización la vida urbana se ha desarrollado independientemen te del comercio y de la industria». Y añade: «Es imposible dudar que el ori gen de las ciudades se vincula directamente, como el efecto a su causa, al re nacimiento comercial» ( Las ciudades de la Edad Media, Madrid 1983, 6.a ed., 87-88).
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