PS_NyG_1988v035n003p0289_0340
I.OS DES ENSUEÑO S DE SAN FRANCISCO 291 señorial \ Tal tipo de sociedad descansaba sobre dos pilares humanos, el señor y el vasallo. El señor, noble o caballero, solía ser casi siempre, a su vez, vasallo del emperador, del rey o de otro noble de más alcur nia. Gozaba de un dominio, si no de derecho sí de hecho, poco menos que omnímodo sobre la vida, la libertad y la hacienda de sus vasallos en el territorio de su señorío 2. Su vida —la del señor— y su hacer es taban firme y establemente enraizados en las tierras de su propiedad. De ellas, de su extensión y calidad, dependían su poder, su influencia y su grandeza. También el vasallo, villano o siervo 3 estaba arraigado —y atena zado— a la tierra, pero de forma distinta. La tierra en la que y de la que vive no es suya, es del señor; él la tiene tan sólo en encomienda. La trabaja y la cultiva para él, sí, pero una buena parte de los beneficios van a parar a los almacenes o a las arcas clel señor. El vasallo, si es villano, goza de ciertas libertades, si es siervo, de muy pocas y éstas muy limitadas4. Al afincarse en la tierra, unos y otros han hecho pro- 1. Preferimos el término señorial —otros usan dominial—» al de feudal, por la sencilla razón de que la verdadera característica, la más universal, de este extenso período que llamamos feudal, no fue el feudo, sino el régimen señorial o vasallático. Véanse a este propósito, entre otros muchos, Robert B outruche , Señorío y feudalismo, Madrid 1980, 2 vols. I, introducción y cap. V; Robert F o ssier , La infancia de Europa, Barcelona 1984, 2 vols. I, 251 y II, 793ss; Jean-Pierre P oly - Eric B ournacel , El cambio feudal, Barcelona 1983, 21ss; Jacques H eers , Historia de la Edad Media, Barcelona 1984, 3.a éd., 83ss; Fran çois Louis G anshof , El Feudalismo, Barcelona 1985, introducción y lólss; Alain G uerreau , El feudalismo, Barcelona 1984, llss y 45ss. 2. Robert Boutruche escribe: «Como señores rurales, doblegan a su ley a los trabajadores; como señores feudales se imponían a sus vasallos» (o. c.), t. II, 28. El Abad Eudes de Cluny, refiriéndose a Guillermo de Auvernia, decía: «Mandaba en Aquitania y en la Gotia por su cuenta». Y el portavoz del conde de Ampurias escribía: «El poder que tenían aquí antaño los reyes, hoy es el conde Hugo quien lo detenta». Citados por Jean-Pierre P o ly , o . c ., 7. 3. Entre los siervos los había de diferentes categorías o clases: Siervos del rey, clase privilegiada, pues hasta se les permitía tener esclavos propios. Siervos de la Iglesia, grupo numeroso que gozaba también de una situación privilegiada. Siervos domésticos, servían en la casa del señor. Carecían de capacidad jurídcia y los dueños podían disponer de ellos como cosas. Se les denominó también «idóneos» y «mancipios». Siervos adscripticios, asentados en las tierras del señor. Jurídicamente no tenían consideración de personas; eran objeto, pero no sujetos de derecho. Siervos de la gleba, dependían de la tierra y seguían sus vicisitudes; si era vendida, también lo eran ellos. Eran los de situación más precaria y menos libre. 4. No están de acuerdo los autores acerca del particular. Para algunos el siervo no es libre jurídicamente y es equiparable en todo al esclavo. Para la mayoría no es así. Casi todos gozaban de alguna libertad y algunos tenían sus derechos. Esclavos y siervos coexistieron y no eran iguales, ni mucho menos. Véase Robert B o u tr u c h e , o . c ., t. I, 165ss.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz