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316 ABILIO ENRIQUEZ CHILLON fermos logró que, previo rescate, soltaran a Francisco. El padre hizo, una vez más, lo necesario y Francisco volvió a Asís. Tenía veintidós años» 44. Así, pues, a pesar de su inchascable optimismo y constante buen humor, Francisco salió de la cárcel física y psicológicamente «tocado». Es posible —y parece lo más probable— que se llevara de ella el ba­ cilo de Koch y, con toda seguridad un nuevo virus de desensueño o desengaño. También ellos aportarán su eficacia activa, cuando la crisis postespoletana provoque en su vida y en su espíritu una metánoia total. Otra «Roca», la de sus ensueños de glorias marciales, se la acababa de desmantelar ahora, en el picacho de su alma, la reciente derrota des­ trozante de Collestrada. Otra vez Chesterton: «Cosa muy vasta y uni­ versal se encontraba ya presente en aquella estrecha mazmorra; y un profeta hubiera podido ver en su obscuridad aquel halo encarnado de «caritas caritatum» que distingue a un santo entre los santos, así como (a un hombre) entre los hombres»45. Doce meses de cárcel dan mucho de sí para hacer pensar seriamen­ te en la vida, en su sentido, en sus problemas y en su problemática, aunque se tengan sólo veintiún años. Francisco ha empezado a darse cuenta de que de la suya —de su vida— habrá de ser él necesariamen­ te su protagonista. Que tendrá que ser, en colaboración con Dios, el principal cincelador, con todas sus consecuencias, de su alma. Y que allí, precisamente en la cárcel, le ha sonado la hora de empezar esa em­ presa. De hecho, por lo que se trasluce de sus primeros biógrafos46, su conducta responde ya a motivaciones claramente autorreflexivas. El año de prisión en Perusa y, después de ella, los largos meses de enfermedad y convalecencia en su casa natal, contribuyeron decisiva­ mente a la maduración intelectual, moral y, posiblemente, religiosa de Francisco, no menos que al enriquecimiento considerable de su ya des- 44. J. G reen, o . c ., 62. Así también otros autores. Sin embargo, no faltan quienes atribuyen la liberación de Francisco al pacto concertado entre Perusa y Asís en 1203. Paul Sabatier escribe: «Por último se llegó a una transacción entre los condes y el pueblo de Asís... la Comuna debía reparar, en cierta me­ dida, los daños causados a los bienes de los señores, y éstos se obligaban, por su parte, a no entablar ninguna alianza sin la autorización comunial. Fue mantenida la servidumbre rural, lo que prueba que la revolución había sido dirigida por la burguesía en beneficio propio... A raíz del pacto, los prisio­ neros retenidos en Perusa fueron puestos en libertad. Francisco retornó a Asís» (O. c.y 2930). No creemos que todo esto se fraguara sin intervención de la propia Perusa. 45. G. K. C hesterton, o . c ., 58. 46. 1C II, 3-4; LM 1, 2,

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