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3 1 0 ABILIO ENRIQUEZ CHILLON escritor a que aludo es el Capuchino P. Cuthbert. Escribe: «Soñaba gloria y honores, mas no sabía a punto fijo cómo los alcanzaría. Vivía en un mundo de leyenda e imaginaba ser un gran dominador de gentes, que deslumbraba al mundo con sus hazañas, logrando una universal nombradla. Su prestigio entre la juventud de Asís hacíale saborear de antemano los homenajes que se le habían de tributar al penetrar en el mundo más vasto, donde los monarcas tienen su corte y los paladines son proclamados por la fama. Los festejos y regocijos de la ciudad lo preparaban — así lo imaginaba— a las justas y torneos, donde los ca­ balleros arrojan el guante y recogen un reto, y a las cortes de amor re­ sonantes de cantos de poetas. Tenía la seguridad anticipada de vencer a sus contrincantes, tanto en la liza como en las estancias festivales» 32. En sus dorados años juveniles, el hijo de Madonna Pica amaba la vida, la poesía, el arte, la música, la danza, todo lo bello y todo lo no­ ble. Y ... naturalmente, soñaba. Vivía inmerso en un mundo de ensue­ ño, de juventud, de vitalidad, de alegría, de juergas y de francachelas. Y todo ello, unido a su carácter abierto, a su ánimo optimista, a su ta­ lante alborozante, a su voz armoniosa y a su temple poético le hacía cosechar triunfos y admiraciones entre sus conciudadanos y ... le hacía soñar. Su temperamento jovial, alegre, comunicativo, simpático y des­ bordante le abría irresistiblemente puertas de almas y ventanas de co­ razones. Y su posición económica, sus modales señoriales, su porte ca­ balleresco y arrollador, resaltado todo por su esplendidez manirrota con amigos y pobres, lo encumbraban muchos codos sobre sus compañeros y le hacían imponerse con naturalidad irrechazable a todo el mocerío masculino asisiense y a captarse irresistiblemente la admiración y fas­ cinación del femenino. En tales circunstancias, ¿cómo no soñar? Por ley psicológica se sueña en lo que no se tiene, pero se desea anhelosamente poseer. Francisco disfrutaba de todo lo que podía de­ sear un joven de su tiempo, ansioso sólo de vivir. Pero él no se con­ tentaba con vivir, tan sólo con vivir, aunque fuera viviendo a lo prín­ cipe. Por eso soñaba. Soñaba en ser mucho más que el rey o la flor de la juventud asisiense. ¿Qué era eso para él? Soñaba en ser caballero. Y hasta un gran príncipe. Por soñar que no quedara. Soñaba en triun­ fos; triunfos en torneos caballerescos o en justas poéticas, triunfos en el amor y triunfos en batallas campales. Soñaba con la gloria. Esta era su novia por entonces. Soñaba con llegar a ser un día la admiración de 32. R. P. C uthbert , Vida de San Francisco de Asís, Barcelona 1944, 19-20.

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