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LOS DESENSUEÑOS DE SAN FRANCISCO 309 ideal, había calado en su ánimo. Y el joven había asimilado, casi sin advertirlo, la esencia poética de las gestas de los caballeros de la Mesa Redonda. Una indefinible sed de gloria lo devoraba de continuo... Y seguía pensando todavía en las empresas heroicas de los caballeros bi­ zarros. Poco sabía, en verdad, de la caballería y de su historia. Pero el misticismo y la poesía que animaban las gestas de los héroes cantados por los trovadores de paso por Asís camino de Roma, lo atraían cada vez más» 29. El gran escritor y poeta danés Johannes Jórgensen, en cuya con­ versión al catolicismo influyó tan notablemente su viaje a Asís en 1885 , se expresa así respecto al ensoñar juvenil del Poverello: «Como nunca, soñaba ahora en peregrinas hazañas, en aventuras gloriosas, guardadas para él en países remotos y extraños... La vida caballeresca, presen- tábasele como único medio de satisfacer los vagos arrebatos de su al­ ma hacia lo supremo. Desde la niñez, le eran familiares los cantares dey rey Artús y de los caballeros de la Mesa Redonda; también él anhe­ laba ser de los guardadores del Grial; también él quería salir a los campos del mundo, verter su sangre por lo más elevado y lo más santo, y tornar luego, cubierto de imperecedera gloria, que ni esto siquiera había desterrado aún de su pensamiento» 30. Me place poder citar junto a estos autores a un escritor amigo. El ha sabido asomarse, con admiración y cariño, a esa maravilla del cora­ zón de Francisco y acertado a descubrir en él todo un rimero de cuali­ dades extraordinarias, humanas y divinas, para contárnoslo luego de modo magistral. «Francisco soñaba, por entonces, con valerosas haza­ ñas. Estaba dispuesto a ser un héroe para conquistar la gloria del ca­ ballero. La gloria terrena, la subida en el escalafón social, el espaldara­ zo público de la opinión, el prestigio y la fuerza del poder. Se rego­ deaba imaginándose un gran señor, con castillos, con banquetes, con admiradores. "Se regodeaba” en fantásticos sueños viendo su palacio como una corte de trovadores, de juglares, de artistas, de bufones y polichinelas» 31. Quiero cerrar, como con broche de oro, esta antología con las apreciaciones de un poeta que ha sabido captar e interpretar como po­ cos el alma tan intensamente poética del santo asisiense. Creo que los poetas son los seres mejor capacitados para interpretar a los poetas. El 29. Niño S alvaneschi , El Juglar de Dios, Madrid 1956, 39 y 43. 30. Johannes J ó rg ensen , San Francisco de Asís, Buenos Aires 1979, 35-36. 31. P. C alasanz , San Francisco corazón de Evangelio, Gijón 1982, 41.

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