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308 ABILIO ENRIQUEZ CHILLON Otro hecho demostrativo del ensoñar en grandezas caballedescas del hijo del pañero asisiano es el referente a su estancia en la cárcel de Perusa, como consecuencia del desastre de Collestrada. Lo narran el celanense y los Tres Compañeros28 aunque con una notable variante entre ambas narraciones. Tomás de Celano, su primer biógrafo, ase­ gura que mientras sus compañeros de cárcel —nobles y caballeros— son presa del abatimiento, de la tristeza y de al desesperanza, él, Fran­ cisco, «se alegra en el Señor, se ríe de las cadenas y las desprecia. Do­ lidos, reprueban aquéllos su conducta, lo juzgan exaltado y loco. Fran­ cisco responde en son de profecía: «¿De qué creéis que me alegro? Hay aquí escondido un presentimiento: todavía seré venerado como santo en todo el mundo». El retórico celanense hace una nueva incursión en el campo, tan cultivado por él, de la apología santera del Seráfico Fundador y nos lo presenta como un soñador místico y hasta con halo de profeta. Más rea­ listas —y posiblemente más cercanos a la verdad— los Tres Compañe­ ros dan esta otra versión de su respuesta: «¿Qué os figuráis de mí? Todavía he de ser honrado (o celebrado) en el mundo entero». Sin duda, aun en la lobreguez de la cárcel, Francisco seguía soñando aflo­ radamente en sus caballerías. Los biógrafos modernos del Santo destacan, calurosamente en ge­ neral, esta su cualidad ensoñadora como uno de sus atractivos persona­ les más simpáticos y poéticos. Espigamos a continuación algunas de sus afirmaciones. Luis de Sarasola que, como afirma su hermano, supo descubrir en el Seráfico Padre, «a través de la escueta historia, valores cardinales innegables y, bajo la santa simplicidad en que se envolvió, un formidable genio religioso»27, escribe a nuestro propósito: «Soña­ dor fue siempre —Francisco— y hombre de riquísima vida interior, co­ mo ha conocido pocos la historia humana: no es aventurado afirmar que la educación difusa de la niñez y las impresiones de una poesía, en que se mezclaban tesoros de generosidad y ensueño, despertaron en su espíritu un idealismo elevado, la caballería andante de rumbos ideales que caracterizó todas sus empresas y acciones» 28. El invidente de plu­ ma delicada y lenguaje poético, Niño Salvaneschi, gran observador de mundos interiores, destaca así los sueños juveniles de Francisco: «Real­ mente, el espíritu de una caballería heroica, pronta a batirse por un 26. 2C I, 4; TC II, 4. 27. José, En lugar de un prólogo, a la obra de su hermano (p. X). 28. Luis de S arasola , San Francisco de Asís, Madrid 1960, 16-17

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