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290 ABILIO ENRIQUEZ CHILLON su ser humano, dada su exquisita sensibilidad radiestésicamente impre­ sionable. Por otra parte, las decepciones, los desengaños, los desensue­ ños bien aprovechados proporcionan a su sufriente un fármaco de am­ plio espectro para curas de humildad y de robustecimiento de la propia personalidad en orden a su mejor autoafirmación. Forman parte de la historia y de la conciencia individual, dos maestras excelentes para en­ señar a vivir. Pienso, sobre todo — y en esto reside para mí la mayor importan­ cia de los desensueños de San Francisco— , que Dios se valió de ellos, escribiendo recto en lo torcido de sus ambiciones, para ir disponiendo —Dios nunca tiene prisas— paulatina, pero eficazmente, su espíritu en ecpera del momento clave de su vida presabido por El. Ese mo­ mento fue el de su conversión. Ella no fue obra de un derribo fulmi­ nante en su camino de Damasco. Fue más bien un ir cayendo lenta­ mente a fuerza de suaves empellones de la gracia divina a su alma. Con esta táctica de suavidades el Autor de esa gracia trataba de conseguir — a mi modo de ver— que los ensueños caballerescos del proclamado «flor» y «rey de la juventud» asisiense fueran tropezando, una y otra vez, con la dura y desensoñante realidad de la vida en su caminar hu­ mano. De esa forma, las circunstancias vitales del hijo de Bernardone irán influyendo con reiteración y eficacia en el modelado de su rica y compleja personalidad. Tales circunstancias provocarán en su ánimo una serie de fenómenos psíquicos a los que denomino «desensueños». En la muy numerosa y variada bibliografía que he manejado en mis estudios sobre el Fundador de las Ordenes Franciscanas, no he tro­ pezado con antecedentes sobre el tema que aquí desarrollo. Ello ha constituido un estímulo más para acometerlo. Con todo, mi originali­ dad se reduce a una forma peculiar de interpretación. No invento los hechos que analizo. Ellos forman parte — y muy sabida— de la existen­ cia humana de Francisco. Yo me he ceñido a analizarlos y comentarlos desde un punto de mira psicológico personal. No respondo del éxito. El lector será muy quien para dar su veredicto. De lo que sí respondo — y sólo— es de mi buena intención. P r im e r d e s e n s u e ñ o Casi cuatro siglos de régimen feudal, los vividos por la Europa de Occidente en los siglos IX , X , X I y X II, parece que podían haber sido suficientes para afianzar en ella un tipo determinado de sociedad: la

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