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3 0 2 ABILIO ENRIQUEZ CHILLON hacia la ciudadela. E l asalto se produjo con verdadera saña. No hubo piedad para sus pocos defensores. Decapitados o espadados, sus cuer pos fueron arrojados a los fosos. Bernardone y su hijo se hallaban en tre los atacantes y se afanaban osadamente en destacar a los ojos de sus compatriotas en destreza y valentía. ¿Destacarían también en crueldad? ¿Se teñirían de sangre? Paradojas de la historia. Aquel joven que, andando los años, ha bría de ser el más insigne heraldo de la paz, un día de primavera, al paso alegre de ella por la naturaleza umbra, se había convertido en un guerrero sañudo y acaso injusto. Pero en la flor abriente de sus 16 abri les, Francisco soñaba más en caballerías hazañosas que en paces evan gélicas. Es más: los asisienses, eufóricos con su victoria, haciendo caso omiso de los derechos del Papa y de su amenaza de entredicho, arra saron la Roca, dejándoda reducida a ruinas. Y Francisco estaba allí. Las buenas piedras de la fortaleza fueron aprovechadas para levan tar rápidamente una sólida muralla que defendiera la ciudad de cual quier asalto enemigo, muy previsible por otra parte, en lo sucesivo. También aquí destacó Francisco por su entusiasmo y entrega — gene roso siempre— en su improvisado oficio de albañil. Algo le valdría aquel aprendizaje apresurado para cuando se dedicase «por mandato divino» a restaurar iglesias 19. ¿Soñaba el hijo de madonna Pica en una comuna redentora de injusticias? ¿Había puesto en ella sus juveniles esperanzas para destacar a su amparo como caballero? Lo que no deja de parecer claro a cualquier mediano conocedor de la psicología de Francisco, es que su participación en esta doble aven tura no se debió tanto a ser hijo de uno de los mercaderes más ricos e influyentes de Asís, cuanto a sus ensueños quijotescos en pro de su pa tria y de las que él creía justas reivindicaciones de los «minores». Fran cisco era ya entonces un auténtico soñador e idealista. Le parecía una hazaña noble y bella liberar a Asís de la servidumbre imperial. Y no menos digna le parecía la de librar a vasallos, colonos y siervos de la gleba de sus servidumbres, con las secuelas de opresiones e injusticias derivadas de ellas. Pero estos sus sueños juveniles le iban a durar muy poco. Muy presto se los iba a truncar la desensoñadora realidad. Por desgracia, aquel generoso movimiento popular no terminó con la implantación de la comuna soñada por él. Muy luego comenzaron las represalias y 19. Paul S abatier , Francisco de Asís, Barcelona 1982, 28.
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