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300 ABILIO ENRIQUEZ CHILLON y a las llamas 15. Los señores feudales y los nobles de las ciudades, ate­ morizados y perseguidos, buscan su refugio en Perusa, que por su gran poderío militar y por ser aliada del Papa, se veía libre de revueltas y de asaltos revolucionarios. Güelfos y gibelinos se temen y se acechan. Los güelfos están más del lado de las comunas, los gibelinos, decidida­ mente en contra. La ciudad de San Rufino, la pequeña y turbulenta Asís, acechaba el momento de su turno para saltar a la palestra. La ocasión se la iba a brindar en bandeja de plata la mano, no siempre blanca, de la histo­ ria. Enrique VI moría inesperadamente el 28 de septiembre de 1197. A la corona imperial le salieron dos pretendientes, gibelino uno, güelfo el otro: Felipe de Suabia, hermano menor de Enrique VI, y Otón de Brunswick. El primero fue elegido en la Dieta de Maguncia, el segun­ do fue proclamado en la Asamblea de Aquisgrán. En ésta los príncipes renanos se inclinaron a favor de Otón cediendo al parecer de los obis­ pos alferezados por el arzobispo de Colonia Adolfo. Como ocurre siem­ pre en casos análogos, cada uno de los pretendientes contó desde el principio con sus respectivos partidarios, el primero con los gibelinos, el segundo con los güelfos. Por otra parte, el 8de enero del año si­ guiente, moría, a los 93 años, el Papa Celestino III. El día mismo de su muerte fue elegido para sucederle el más joven de los cardenales, Lotario Segni, conde de Segni, de 37 años. No era todavía sacerdote, era Cardenal Diácono, y tomó el nombre de Inocencio I I I 19. El nuevo Papa observó una estricta neutralidad jurídica —era un gran jurista— frente al contencioso entre ambos aspirantes al imperio, aunque reservándose el derecho de investigación sobre lapersonade cada uno de ellos en orden a la coronación. Sin embargo, no dejó de traslucir una indisimulada simpatía por Otón. Era natural que entre un gibelino, partidario del imperio, y un güelfo, partidario del papado, el Papa se inclinara por el güelfo. Hay quien dice que desde detrás de las bambalinas, siendo todavía cardenal, había ya mostrado sus sim­ patías influyendo en los obispos reunidos en Aquisgrán 17. 15. Los castillos en la comarca de Asís y sus vecinas pasaban de 70. 16. Para todo lo referente a Inocencio III véase especialmente Agustín F liche - Víctor M artín, Historia de la Iglesia, Valencia, varios años, t. X , 1975. 17. Más adelante, en 1210, Inocencio III, al traicionar Otón sus compro­ misos con la Santa Sede e invadir el patrimonio de la Iglesia y el reino de las dos Sicilios, excomulgó al emperador y pasó a apoyar a su oponente, Fe­ derico II, antiguo tutorado suyo.

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