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Los desensuenos de San Francisco El vocablo desensueño, acuñado por D. Miguel de Unamuno, tiene un significado radical, directo y exacto: vuelta atrás de un ensueño, apearse de él. Son muchas las palabras españolas que llevan el prefijo «des» a las que confiere esa significación de vuelta, apeo o falta de algo: desandar = vuelta atrás de lo andado, descabalgar = apearse del caballo, desánimo = sin ánimo, falta de ánimo. Desensueño lleva, además, una fuerte carga significativa psicológica: es reconocimiento con amargura y decepción de lo vano o inútil de un ensueño, de una quimera, de una utopía, en los que se había puesto grandes ilusiones y esperanzas. En mi modesto análisis psicológico de la persona tan honda y tan compleja de San Francisco, en paradoja manifiesta con su innegable sencillez exterior, he llegado a la conclusión de que nuestro santo fue víctima de profundos y amargos desensueños a lo largo y ancho de to­ da su vida. Y lo fue por haber sido un ensoñador reincidente y perti­ naz. Lo fue antes y después de su conversión. Antes, llevado de sus ilu­ siones y ambiciones de grandezas humanas y de glorias caballerescas. Después, arrebatado por el ideal de imitar perfectamente a Cristo y de vivir integralmente su evangelio. Si antes había ensoñado ser un gran caballero, acaparador de glorias y laureles, después sólo soñó ser un caballero cabal a lo divino al servicio de Dios, de la Iglesia y de las al­ mas. Como buen caballero, eligió «su dama», la Pobreza, a la que sirvió con enamorado apasionamiento, con fidelidad inquebrantada y con plei­ tesía obsequiosa. Comentaré tan sólo algunos de los más destacados desensueños su­ fridos por el «Poverello» antes de su conversión. Es un tema, me pa­ rece, psicológicamente interesante oara conocer al Francisco hombre. Siempre lo es, aunque arriesgado, el adentrarse en el psiquismo íntimo de almas tan extraordinarias como la suya. Abrigo la convicción de que esos desensueños tuvieron que dejar una huella muy profunda en todo