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274 GERMAN ZAMORA Sin embargo, los dominicos disponían por entonces de un buen can­ didato a cátedras de filosofía, fray Antonio Espinosa, que en algún in­ forme aparece como «el mejor» de los aspirantes. Mas su mérito que­ daba desvirtuado ante los suyos probablemente por los mismos moti­ vos que lo aupaban ante otros en aquella ciudad, cuna de la flamante Academia del Buen Gusto. «Espinosa —comenta un papel anónimo— tiene muchos émulos dentro y fuera de su religión, que se atribuye sin temeridad a que está muy instruido en la filosofía moderna, y predica a la francesa: éste es su pecado, y porque algunos le tienen por mala cabeza, aun entre sus frailes» 3. El clima intelectual en esta universidad estaba, pues, más libre de obstáculos que en las castellanas para que en su seno pudiera germinar un plan de estudios de corte antitradicional, especialmente en lo con­ cerniente a la filosofía. En realidad, ni el tomismo ni su antagonista se hallaban en boca de los representantes más genuinos de ambos, domi­ nicos y jesuítas, respectivamente. Las dos escuelas tenían sus partida- 3. Fray Joaquín Ejerique era bachiller en filosofía y teología por Zarago­ za (1751), y licenciado y doctor en teología. Opositó a las cátedras de artes en 1753, y de nuevo en 1759 y 1765. De él dice un informe secreto: «tiene con­ tra sí la calidad de fraile; pero es muy hábil, y me parece que desempeñaría mejor que otro alguno». Fray Pedro Mártir Miravete y Moya se había gra­ duado en la misma universidad de bachiller en filosofía y teología en 1733, licenciándose y doctorándose después en la segunda. Había opositado tres veces a cátedras de artes, cinco a las de Escritura y doce a las de teología escolástica. Fue autor de una Theologia moralis universalis. Al agustino padre Nicolás José Fraise (o Frayse) se debe una Disertación sobre el buen gusto en el estudio de la lógica, y un Tratado sobre los estudios teológicos en Zaragoza y en general en España (según B orao , en Memoria histórica sobre la universi­ dad literaria de Zaragoza, incluida en sus Opúsculos literarios, Zaragoza 1853, 74). La contienda intraescolástica continuaría todavía años. En 1782 se que­ rellaban por la cátedra de prima de teología D. Manuel Latorre, suarista y racionero de la Seo, y D. Tomás Muñoz, tomista y beneficiado de San Pablo. Este había conseguido anteriormente, merced al apoyo de Roda, la cátedra de Escoto: para ello había persuadido al monarca el secretario general de Gracia y Justicia de que «casi todos los graduados informantes eran de opi­ nión suarista», por cuyo motivo habían antepuesto a Latorre. El 28.IX.1782 dirigía la «Escuela de Santo Tomás», de Zaragoza, una representación a Flo- ridablanca, redactada en el mismo sentido: «El nunca visto ejemplar —decía la protesta— que produciría entrar por la cátedra de prima de teología de esta universidad un profesor que ninguna ha tenido de teología; el agravio que de ello sentiría el doctor D. Tomás Muñoz, catedrático actual nombrado por S,M., y la injusticia declarada de omitirlo sólo porque es tomista, ante­ poniéndole uno, sólo porque estudió la opinión jesuítica, precisa a la escuela del angélico doctor santo Tomás a suplicar rendidamente a vuestra excelen­ cia se digne interceder con S.M. para que, continuando sus piedades a dicho catedrático, le ascienda, como procede de justicia» (AGSGJ, leg. 853<).

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