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272 GERMAN ZAMORA I . U n iv e r sid a d de Z aragoza Partidismo de escuelas antes de la reforma Como en las otras dos universidades mayores de la Corona de Ara­ gón, destacaban en la de Zaragoza el partidismo, más acervo que en las de Castilla, y también un conato de modernización más radical y pu­ jante. Su motor autóctono era el predominio en sus aulas de la facción antitomista. La rivalidad de escuelas tenía solera en Zaragoza, donde hacia finales del siglo precedente había marcado ápices difíciles de su­ perar. El historiador de esta universidad, Borao, cita una provisión de 1692, según la cual hallábase la ciudad entera dividida entre tomistas y suaristas en oposición inconciliable \ Por las mismas fechas pidieron, y consiguieron por 42 votos contra 18, la llamada cátedra indiferente los escotistas (1691). El estudio de las artes debía durar, según los estatutos de 1753, un trienio, repartido entre la lógica y demás partes de la filosofía. Pocos años antes de acometerse la reforma Carolina, más lenta en Aragón que en Castilla, los tomistas se sentían en franca y dolorosa in­ ferioridad, como pone de manifiesto un papel anónimo e indatado del Archivo de Simancas: «En la universidad de Zaragoza —se afirma— no hay más que seis cátedras de teología, y ninguna de ellas tiene la escuela tomista. Tiene tres la jesuíta, dos la escotista. Vaca la de prima, y contando como necesario que entre en ella el canónigo San Juan, también jesuita, nadie hizo oposición. De este dominio de los jesuitas en aquella universidad ha nacido el pequeño número de doctores to­ mistas, de suerte que hoy sólo tiene la escuela al Sr. D. José Galindo, racionero de mensa, que es mediano, y al Dr. N. Berné, que apenas Jlega a este grado, y es inútil, sobre haberse declarado jesuita de co­ razón» 2. Las trincas para proveer las cátedras de filosofía vacantes en 1767 confirman ese desequilibrio de fuerzas, hablándonos de un suarista ex- 1. «Incluyen por una y otra parte [los bandos de tomistas y suaristas, según la provisión de 23.111.1692] toda la ciudad y mucha porción del reino, sin excepción de mujeres de todos estados que, aunque sacando el Santísimo Sacramento de las iglesias para sosegarles, no se han contenido los ánimos inquietos y se han seguido infinitas ofensas a Dios» (citada por Jerónimo B orao , Historia de la universidad de Zaragoza, ibid., s.a., 9ós). 2. AGSGJ, leg. 953.

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