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LA REFORMA DE LOS ESTUDIOS FILOSOFICOS 287 las ideas antiguas y modernas y aun de entresacar lo precioso de lo vil y despreciable de ellas. Vd. sabe que hablo verdad» 18. Ese anhelo de emancipación contra el predominio de los «frailes», expresado así por un miembro del otro clero, iría volviéndose gradual­ mente también contra éste en favor del profesor laico, hasta llegarse a la omnímoda secularidad universitaria en ese terreno. Moralismo ilum inista Contra las corrientes laicizantes en otro sentido, velaba allí, como en el resto del país, el moralismo ilustrado del Consejo y sus agentes en provincias, en virtud del cual corrían peligro de no acceder a las cátedras, o de perderlas, los profesores de conducta poco ejemplar, no importa su extracción. Un caso, típico por reiterativo, en la universi­ dad de Huesca lo constituyó el mercedario Mariano Lozano y Conde: sus muchos méritos en el dominio de la filosofía no bastaban para pre­ ferirle a otros coopositores menos expertos, porque a los ojos de Roda y de su sobrino Lorieri estaban empañados por un carácter éticamente poco edificante. «Es muy hábil — reconocía D. Joaquín en su juicio sobre los aspirantes a cátedras de filosofía en 1770— , pero, si no se le ha sentado la cabeza, parece que no es para maestro» 19. Por su vida liviana, nocherniega y poco dedicada al bien de sus discípulos, había si­ do, incluso, desterrado de Huesca a Tarazona. De regreso, presentó nuevamente su candidatura a la vacante de 1779. En propio favor ale­ gaba su competencia «en todos los sistemas relativos a la composición de las cosas naturales y en cuantos asertos físicos experimentales» hu­ bo de instruir a sus oyentes, insistía también en los derechos que le daba su antigüedad en aquella Escuela tan excedente respecto de la de sus rivales y acusadores, que «apenas el más antiguo de todos con­ taría tantos años de vida como yo de estudios mayores; tantos de estu­ dios, incluidos los de primeras letras, como yo de graduado en la fa­ cultad, y tantos de estudios mayores, como yo de doctor teólogo». De sus contrarios opinaba que apenas llegaría ninguno a los 23 años de edad, sin tiempo por ello para «haber digerido los tristes cartapacios que sacaron de las aulas», por muy aprovechados que pudieran ser. No obstante reconocer el director de la universidad, Pérez Valiente, que a Lozano le favorecían 16 de los 24 votos emitidos en aquellas oposiciones, que se había enmendado en su proceder de «fraile dispa- 18 . Ibid.

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