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2 8 6 GERMAN ZAMORA marón ahora el desquite saliendo por los fueros del Aquinate —tal vez, también para vocear su ortodoxia intelectual (la «sana filosofía»)— y hacerse gratos al Gobierno. El citado Barbanox, que había logrado con su exculpación una cátedra de filosofía, aspiraba en 1781 a otra de teología, en pugna con el agustino calzado P. Cosme Villanueva. Para neutralizarle, alegaba que éste contravenía a los estatutos de la universidad, en los cuales se ordenaba seguir únicamente a santo To­ más. El agustino, en efecto, ofrecía en su celda «un repaso particular por el Berti, con perjuicio de varios estudiantes que, incautos se van a él, abandonando el método de la universidad». El antitomismo de su rival habría subido a tal grado, según el delator, que se desbordaba de su celda, inundando la misma cátedra universitario, en la que se le ha­ bía oído afirmar no tener «dificultad en negar redondamente cualquier autoridad» del Angélico 17. Conflictos entre ambos cleros por las cátedras Otra muestra de esos conflictos y celotipias profesionales la ofreció en Huesca la disputa por las cátedras entre ambos cleros, regular y secular, asunto planteado muy al vivo durante aquella generación en otros centros universitarios, como Sevilla. ¿Quién ha de ser preferido para la enseñanza pública en nuestro tiempo, el «filósofo secular», o el regular? —se preguntaba el presbítero diocesano D. José Casamayor, en 1785—. Su tiro apuntaba contra el P. Agustín Peralta, agustino, preferido por el Consejo de Castilla para desempeñar una cátedra de filosofía en la Sertoriana. Casamayor insinuaba que había sonado la ho­ ra de la retirada de los regulares a sus claustros, en fuerza misma de la ilustración general del siglo: la tarea «vicaria» de enseñar podía haber­ les correspondido en épocas más oscuras de la historia, perc no en la de las Luces. «Cosa averiguada es —escribía— que la necesidad fue la que sacó del retiro a los religiosos en los tiempos de una suma igno­ rancia, para que, cultivando el talento de los jóvenes, fuesen éstos algo más avisados que sus padres. Mas en nuestros días debemos a Dios que en los claustros y fuera de ellos e hallan tantos hombres que, no con­ tentos con una erudición superficial, adquirida por sumas o diccionarios , están instruidos a fondo en las ciencias, capaces de inspirar a los demás 17. AGSGJ, leg. 954.

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