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LA REFORMA DE LOS ESTUDIOS FILOSOFICOS 285 ticias recogidas en Huesca, escribió a Zaragoza, de donde habían veni­ do los dos aspirantes, y le fue contestado que no sólo eran suaristas, sino «fanáticos declarados». En la lista de vitandos incluia también a fray Javier Agustín, por haber leído durante un sexenio filosofía de Suárez, y defendido en Barcelona unas conclusiones agustinianas en las que admitía la ciencia media 15. La acusación de «suarista» podía ser también un arma esgrimida por los aspirantes a cátedras para eliminar a otros concursantes mejor preparados. La confesión que el trance arrancaba a los inculpados es reveladora, en algunos casos, de una conversión intelectual, auténtica o de conveniencia y, a la vez, de los aprietos de conciencia a que los perseguidos por causa de su filosofía se veían expuestos. El preten­ diente Pablo Barbanox se sinceraba en 1778 ante Roda, mediante carta del 29 de noviembre, contra aquella inculpación, de que le habría he­ cho víctima, para anularlo, su rival fray Mariano Lozano, mercedario alegre y bullanguero. Barbonox reconocía, sí, haber estudiado la filo­ sofía suarista durante un trienio, «pero en el año inmediato empecé a repasar la tomística, cuyo ejercicio continué cinco años. Estudié la teología tomística —proseguía, encareciendo sus méritos y su recesión del suarismo— desde el año primero, y fui cuatro años presidente de la misma en el colegio de San Vicente, como V.S.I. Ultimamente puedo jurar (en fe de sacerdote) que no he leído ni tenido en mi poder autor alguno suarista, antes bien, a los más acérrimos tomistas, a saber: de teología escolástica y dogmática, a más de santo Tomás, al cardenal Gotti, Gonet y Cano; de Moral a Wigand, Cuniliat y al maestro Larra- ga; de filosofía a Goudin y el curso de la Escuela Pío: a éstos leo y no he leído a otros concernientes a mi facultad» 16. Con el tiempo, la querella intra-escolástica en torno a la escuela filosófica se fue desplazando de los polos tomismo-suarismo al binomio tomismo-agustinismo. Como en otras universidades, ocurrió esto en la de Huesca al tener aquéllas eliminado a su adversario. Los otrora alia­ dos volvieron mutuamente las armas contra sí. En ocasiones, los mis­ mos a los que antes se les había puesto la cortapisa de suaristas, se to- 15. Ibid. Sobre ese partidismo desbordante puede verse nuestro estudio citado acerca de la universidad de Valencia, pp. 198-208. 16. Ibid. Nótese la profusión de autores dominicos, exhibida ante el Con­ sejo como garantía de ortodoxia o «sana» doctrina oficial y que recuerda la lista del plan zaragozano. Desentendiéndonos, como allí, de los teólogos, el curso escolapio aludido era el de Eduardo Corsini (1702-65), Institutiones phi - losophicae ac mathematicae ad usum Scholarum Piarum (Florentiae 1731-34).

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