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LA REFORMA DE LOS ESTUDIOS FILOSOFICOS 2 8 1 oposición en los concursos de cátedras y canonicatos de oficio», y por que su inteligencia no era tan ardua como pretendían «los que lo mi ran con preocupación». Para el estudio de la teología moral se imponían las sumas de Eu- sebio Amort, Martin Wigand, o Daniel Concina, porque «observan su ficiente método». En historia eclesiástica seguirían los profesores la de Natal Alejandro en sus ediciones de 1699 y 1714, y los oyentes la de Ignacio J. Graveson en la de 1740. La sagrada Escritura se estudiaría por el Aparato bíblico del padre Bernardo Lamy, y por las Disertaciones del padre Agustín Calmet. Se desestimaba la obra de Martín Martínez de Cantalapiedra —tan reco mendada por Campomanes—, «por no ser metódico ni claro» para los discípulos y, por idéntica razón, se rechazaban las de otros dos autores nacionales, el madrileño fray Diego Benavides y el zaragozano fray Je rónimo Javierre: el primero se decía que, no obstante ser más metódico y claro que Cantalapiedra, «aún carece de muchas cosas para dar un método exacto del modo de exponer las Escrituras» 10. Dos características llaman inmediatamente la atención del profano en esa galería de autores: la ausencia de santo Tomás y la presencia de teólogos que coinciden entre sí o por su antimolinismo, o por su antiprobabilismo, o por su filojansenismo, es decir, por su antijesuitis mo. No debe por ello engañar la, por otra parte, nutrida representación tomista: su inclusión no obedecía, a nuestro parecer, a motivos de afecto a su escuela cuanto de aversión a la doblemente suprimida de la Compañía. Esa medida ambivalente podía satisfacer, por igual, a la facción an titomista, a quienes se concedía en el plan la «decapitación» del siste ma rival, fundable también en la abolición de escuelas y escolarcas, y a los políticos del despotismo ilustrado, que parecían particularmente celosos en Aragón contra los restos doctrinales de los «expulsos». Otros rasgos evidentes del nuevo plan era su empeño en cimentar bien la recién creada cátedra de lugares teológicos y la insistencia en procurar para todas autores «de método». 10. Ibid., ff. 340ss (nn. 114-118).
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