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220 IGNACIO DELGADO GONZALEZ po es la experiencia, «porque otra vez volveremos a reivindicar los de­ rechos de la razón; y advirtiendo que los entes trascendentales y me- tafísicos son el eterno objeto del pensamiento, los pensaremos otra vez y dejaremos volar nuestros espíritus a donde los guien las voces inte­ riores que hablan de lo eterno y lo absoluto». Montoro descubre en las ideas de Perojo y de Wundt que el neo- kantismo no es una pura y simple reacción, sino que quiere representar una nueva evolución: este movimiento conserva algunos de los más apreciados resultados del período anterior, da por objeto a la filosofía la efectividad de las otras ciencias, renuncia a buscar la solución del problema del absoluto y se casa con la corriente experimental y natu­ ralista. Comenta también las condiciones que Perojo juzga necesarias para toda ciencia: la realidad del objeto y la independencia de la indagación. Montoro no se opone a la primera, si se reconoce como más alta y ver­ dadera realidad la inteligible. En cuanto a la segunda, si la ciencia es una, gracias a un orden y sistema universales en cuya unidad se resuel­ ven todas las diferencias, se pregunta si no habrá puntos de contacto y no tendrán el mismo fin todas las ciencias; se pregunta además si la filosofía, la ciencia de las ciencias, que eleva el saber humano a lo inte­ ligible y a lo divino, no lindará con todas las ciencias que la buscan y la desean. Sin embargo, a pesar de estas anotaciones críticas, Montoro conclu­ ye afirmando que hay que respetar a estos pensadores neokantianos que luchan por encauzar las corrientes modernas y por devolver a la filosofía un movimiento intelectual de tanta riqueza y multiplicidad. Ignacio D elgado G o n zá lez

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