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214 IGNACIO DELGADO GONZALEZ Sin embargo, Perojo también recuerda que la reacción dogmática de la escuela idealista contra el criticismo kantiano nos llevó de nuevo a la misma situación en que apareció Kant. Las ciencias no tienen en cuenta a la filosofía para nada y los filósofos se dan cuenta de que sólo tienen un camino: actualizar el pensamiento kantiano, desconocido y olvidado, para encauzar a la filosofía por el camino de la ciencia. Sobre la incidencia de la filosofía idealista de la naturaleza, que in­ crementa la separación entre la filosofía y las ciencias positivas, nos interesa tener en cuenta algunas consideraciones del científico natura­ lista H. Helmholtz, a quien ya nos hemos referido como simpatizante del neokantismo, aparecidas en su artículo «Relaciones de la ciencia de la Naturaleza con la ciencia toda» 10. Según Helmholtz ha sido bajo el influjo de la filosofía de Hegel cuando ha aparecido más claramente el aislamiento y el exclusivismo de que son acusadas las ciencias de la naturaleza, debido a que la filor sofía hegeliana de la identidad se propuso construir a priori los resul­ tados esenciales de las ciencias particulares. Este propósito lo pudo rea­ lizar más o menos en las Ciencias del Espíritu que tienen una base esen­ cialmente psicológica, pero sus intentos fueron vanos en el campo de las Ciencias Naturales. Los naturalistas consideraron que la Filosofía de la Naturaleza de Hegel no tenía sentido y desde entonces adopta­ ron una actitud antifilosófica: se preocuparon de que sus investigacio­ nes estuvieran libres de todo influjo filosófico y hubo algunos que lle­ garon a condenar toda filosofía como un ensueño inútil y hasta nocivo. De esta manera quedaron anuladas tanto las injustas pretensiones de la filosofía de la identidad de querer someter los demás conocimientos a su ley, cuanto las legítimas exigencias de la filosofía para con las de­ más ciencias, tales como la crítica de sus fuentes de conocimiento y la creación del tipo ideal de su construcción. Sin embargo, estas relaciones tan violentas fueron cediendo, tanto por la consideración y reconoci­ miento que fueron alcanzando las ciencias de la naturaleza, cuanto por el hecho de que en el campo de las ciencias del espíritu, la indagación empírica iba adquiriendo un papel cada vez más importante. Recordemos que Perojo, en el primer artículo a que nos hemos re­ ferido anteriormente, nombra a Helmholtz entre los naturalistas que 10. R.E., T. VIII, núm. 128, 6-VIII-1876, 177-181; núm. 129, 13-VIII-1876, 193-200. Es un discurso leído el 22-XI-1862 ante el claustro de la Universidad de Heidelberg. Sobre el pensamiento de Helmholtz puede verse entre otras obras E. W arburg , Helmholtz ais Physiker, Physiologe und Psychologe, Leip­ zig 1922.

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