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1 8 6 MARIA DEL CARMEN PAREDES MARTIN También Descartes comparte este punto de vista cuando se refiere a una «cierta facultad pasiva de la percepción» 10 que lógicamente apun­ ta a una «facultad activa» fuera de mí, la cual produce mis percepcio­ nes. Y Locke admite lo mismo en la medida en que intenta desarrollar la explicación psicológica que se apoya en ello: « ...e s evidente que al­ gunos cuerpos individuales e imperceptibles deben venir de ellos [de los ob jeto s] a los ojos y de esta forma transm itir al cerebro algún mo­ vimiento que produce estas ideas que de ellos tenemos en nosotros» 11. Es patente que esta posición está muy cercana a un realismo susten­ tado en la recepción pasiva de un mundo común que se nos impone sin ninguna participación individual por nuestra parte. Porque si la causa de nuestra percepción se encuentra en el objeto que vemos, si es el ob­ jeto lo que determina aquello que vemos, entonces quienes estén en la misma situación física, mirando al objeto en las mismas condiciones, tendrán la misma percepción. E sta teoría causal de la percepción que comprende tanto la pasivi­ dad como la igualdad de la percepción en las mismas condiciones estu­ vo muy extendida hasta finales del siglo pasado. E l esquema de esta concepción es manifiestamente la distinción entre una pasividad indife- renciada por un lado y una actividad indiferenciada por el otro. Se trata de una distinción simple y global que prescinde de las distintas moda­ lidades de pasividad y actividad. Los conocidos argumentos de los teóricos de los «datos sensoriales» pusieron fin a comienzos de siglo a este modo de presentar la teoría causal, especialmente con ejemplos relativos a la ilusión óptica. Nos dirían que en la medida en que puedo equivocarme sobre lo que tengo ante m í, por ejemplo, en la medida en que puedo creer que un bastón introducido en el agua está doblado, aunque de hecho no lo está, lo que se presenta ante mí no determina de un modo absoluto lo que veo, al menos en un sentido de «ver». Así, personas que miran al mismo objeto nos dirán cosas distintas sobre lo que ven. Con todo, hay un sentido de «ver» bajo el cual es correcto afirmar que todos ellos ven el mismo objeto. Tanto los que conocen la apariencia de las cosas bajo el agua como los que nada saben de ello «ven» la misma cosa, esto es, un ob jeto doblado. Sólo difieren en la interpretación de lo que ven. 10. R. D escartes , Discourse de ta Méthode, Paris 1974, 130-133. 11. J. L ocke , An Essay concerning Human Understanding, reimp., Darm­ stadt 1963, 46.

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