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2 0 2 MARIA DEL CARMEN PAREDES MARTIN ción, este tipo de libertad es perfectamente consistente con el hecho de compartir un lenguaje con otros y no va contra el acuerdo per ceptivo. Cuando se trata de la libertad conceptual la situación es diferente, por cuanto conlleva la imposibilidad de poner un límite a los modos de ver el mundo físico. Dada una libertad absoluta de este género, poco queda de lo que habitualmente se entiende por «mundo común» o «mundo real», porque éste se transforma en una infinidad de interpre taciones posibles. Por ello hay que limitar de algún modo esta libertad conceptual con su disolución de la noción de un mundo común, o de le contrario desaparecerá el aspecto comunicativo del lenguaje. Porque aunque tal libertad sea siempre una posibilidad teórica, ninguna comunidad lin güística puede perdurar tras el ejercicio continuado de la misma por parte de sus miembros individuales. Afortunadamente, hay impedimentos prácticos que dificultan y casi imposibilitan una clasificación según esquemas diferentes de los que ya empleamos colectivamente. Nuestras reglas de clasificación implican la capacidad de operar con semejanzas, ya que toda denominación debe parecerse a otra en algún aspecto, siendo tal semejanza el fundamento de la clasificación. Así, Hampshire piensa que es cierto que todo se parece a algo de una manera u otra. Es igualmente cierto que habrá al gún aspecto bajo el cual dos cosas cualesquiera se parecerán entre sí y no se parecerán a una tercera. Esto significa que podríamos seguir escogiendo semejanzas indefinidamente, pues el mundo por sí mismo no impone límites. Sin embargo, es un hecho fundamental que «elegi mos semejanzas en ciertos aspectos como base para nuestras clasifica ciones y que rechazamos otras semejanzas»28. Esto puede ser debido a que tenemos necesidades prácticas y determinadas formas de vida que ejercen una clara influencia sobre nosotros. Nuestra clasificación de lo que tenemos delante debe depender de intereses permanentes y comunes y de formas de nuestra vida social, «de la forma de civiliza ción de la cual forma parte el lenguaje como una institución social en tre otras. La institución del lenguaje presupone un trasfondo de con vención no lingüística, e! mundo social de actitudes, de expresión y de hábitos de colaboración que son ya convencionales» 29. 28. Ibid., 3 1. 29. Ibid., 20.
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