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PERCEPCION Y LENGUAJE 195 ta de la percepción. Sea un ejemplo elegido de la sección de pasatiem­ pos de un periódico, donde nos presentan el dibujo de un caballero ar­ mado, en pie bajo un gran árbol cubierto de frondosas ramas. Se nos pide encontrar a la princesa, aunque no la vemos de modo inmediato. De pronto, en medio del intrincado ramaje vemos el perfil de un se­ ñorial tocado y en seguida toma forma ante nosotros la figura completa de la princesa. Este ejemplo de un pasatiempo juvenil es muy semejante a lo que ocurre en la vida cotidiana. Nos esforzamos por encontrar en el firma­ mento el cuadrado blanco de la constelación Carro, tratamos de locali­ zar el gris del traje de un amigo en la masa de colores de los que pasan o la figura del animal que buscamos en el campo. En estos casos, ver es tanto como conseguir algo. Lo paradójico es que podemos reproducir el árbol, describir minu­ ciosamente el follaje y con todo ver o no ver la princesa o el animal buscado. Podemos coincidir en todos los detalles individuales, pero al­ go falta, algo se ha omitido. Hemos dejado fuera a la princesa. Pero si se ha dado una cuenta detallada y precisa del follaje, ¿cómo se ha podido omitir algo?, ¿es la princesa parte del dibujo? La respuesta sólo puede ser que la princesa es una interpretación sobrepuesta a las líneas y án­ gulos, los cuales son asimismo una cierta interpretación. La princesa es el último diseño activo de una serie de diseños o esquematizaciones de las marcas más elementales o primarias que están en el papel. Ve­ mos esas marcas como una princesa. Pero no existe ninguna ley perma­ nente y necesaria que nos haga verlas de una manera determinada. Nues­ tro «ver-como» las mismas marcas no tiene fin. E l modo de verlas debe de ser obra nuestra. No somos por tanto observadores pasivos, sino que esquematizamos, agrupamos y reagrupamos las marcas del papel. Para que el dibujo bidimensional del periódico sea visto como el dibujo de una princesa y para que el dato del filósofo contenga tal figura es preciso una actividad de interpretación, en este caso la de «ver-como». La teoría causal de la percepción, que pone el acento en el resultado pasivo del ver, no puede dar cuenta de los hechos comentados, más bien es controvertida por ellos. Quizá se encuentre más cercana a los hechos la teoría del dato sensorial con su limitación de la pasividad a la aprehensión del dato, pero incluso en este nivel no hay una total pasi­ vidad. Hay desde luego un sentido bajo el cual somos pasivos en la percepción, pero hay también como vimos la actividad de esquemati­ zar, de interpretar, una actividad de construir o incluso constituir ob-

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