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PROBLEMAS ONTOLOGICOS DEL LENGUAJE 167 tingencia personal, para ubicarlo en el rigor y exactitud necesarios a la ciencia. El pensador inglés propone a este respecto un ejemplo ilustra­ tivo. La palabra «Piccadilly». Quien ha paseado por «Piccadilly», y está por consiguiente familiarizado con esta calle de Londres, da a dicho término un significado distinto del que le dará una persona que nunca haya estado allí, por muchas cosas que sepa de ese lugar. Esa ambigüe­ dad del lenguaje, procedente del conocimiento familiar directo con los objetos, es útil y fructuosa para la comunicación humana, pero poco efi­ caz y apta para los propósitos de la filosofía y de la ciencia. Por otro lado, el problema de la denotación lleva a Russell a exa­ minar ciertas paradojas que surgen en nuestro lenguaje ordinario. Fue por aquellos años muy conocido su ensayo 'On denoting’, Mind XIV (1905) 479-93 en el que expone su «teoría de las descripciones» y que desarrollará en sus Principia Mathematica. Igualmente, el problema ló­ gico de las clases, que Cantor había puesto de relieve, le sirve a nues­ tro filósofo para presentar una doctrina particular y propia acerca de los tipos lógicos. Mediante la teoría de la denotación, mostraba que la forma lógica de proposiciones como «todos los hombres son mortales» era: «siem­ pre es verdad que, si * es un hombre, es verdad que x es mortal». Y las dificultades lógicas inherentes a las proposiciones del tipo «el actual rey de Francia es calvo» o «el rey Jorge IV quiso saber si Walter Scott era el autor de los cuentos de Waverly» se solventaban en su forma lógica: «no es siempre falso de x el que x sea actual rey de Francia y que x sea calvo y que de y sea siempre verdad que, si y es el actual rey de Francia, y sea idéntico a x » o «el rey Jorge IV quiso saber si un hombre y sólo uno había escrito los cuentos de Waverly y si este hom­ bre era Walter Scott». El aspecto más revolucionario de esta teoría de las descripciones fue la eliminación del problema metafísico de las pro­ posiciones existenciales y de las paradojas, suscitadas en el lenguaje ordinario, en frases con un sujeto no existente. Con la doctrina de los tipos lógicos, que nunca satisfizo completa­ mente a Russell, éste pretendía eliminar también las expresiones pa­ radójicas como las del mentiroso — «si miento y digo que miento, ¿di­ go verdad o digo mentira?»— ya conocidas y propuestas por los anti­ guos lógicos megáricos. Según esta doctrina, se dan en las funciones proposicionales diversos niveles de significación en escala jerárquica as­ cendente. Toda función proposicional pertenece a un nivel (tipo lógico) más elevado que aquel al que pertenecen los valores de sus variables

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