PS_NyG_1988v035n001p0159_0180

174 VICENTE MUÑIZ RODRIGUEZ La concepción del lenguaje mautheriana influye de forma diversa en el Tractatus y en las Investigaciones filosóficas. En el primero no de forma tan nítida como en la segunda obra. Para Mauthner, la «crítica del lenguaje» examina el mecanismo sim­ bólico humano, ya que es en el hombre donde se da la posibilidad de traducir un sistema simbólico dado a otros sistemas. Tal posibilidad pa­ sa siempre por el lenguaje hablado. A este respecto, distingue tres mun­ dos que se podrían calificar mediante los términos «adjetivo», «sustan­ tivo» y «verbal». El mundo «adjetivo» es el del lenguaje humano co­ mún u ordinario que da origen a la visión materialista ingenua. El mun­ do «sustantivo» corresponde al de la metafísica que, como el anterior, fundamenta su realismo en la tendencia filosófica a suponer que, dada una expresión, debe existir una realidad que le corresponda. Por últi­ mo, el mundo «verbal» connota el conocimiento científico, cuyo simbo­ lismo tiene su versión filosófica en el nominalismo y el heracliteismo. La unidad entre estos tres mundos es más bien de orden ideal. A lo sumo, es a semejanza de las ideas kantianas de carácter regulativo. Co­ mo puede observarse a la visión simbólica del conocimiento se adviene por la consideración del lenguaje como sistema también simbólico. Al pertenecer al ámbito del simbolismo, el lenguaje no es más que un conjunto de signos que representan algo. Una suerte de totalidad gráfica en forma de mapa o dibujo que sirve para la vida en el mundo pero que no dice nada de lo que éste es. «Si queremos — afirma— com­ parar el lenguaje, que no siendo una realidad, es fuerza y obra, con algo semejante, pensamos en los dibujos, que por su negrura destacan sobre el papel blanco y no son más que signos» (p. 88). En cuanto tales, no revelan la naturaleza de las cosas. «Sería mentecato el individuo que quisiera hacer un viaje de investigación por Africa, no sobre el terreno, sino sobre un mapa» (Ibid.). Mauthner insiste en que el lenguaje no debe nunca ser «reificado». No existe en sí, como realidad. Sólo exis­ ten hombres que hablan. Con estos presupuestos, parecería que nuestro autor está muy lejos de la concepción especular o reflejo del lenguaje. Sin embargo, en el capítulo IX sobre hablar y pensar afirma taxativamente que el lenguaje es reflejo de la realidad y, por ello, espejo de la cultura. Y cultura sig­ nifica, para él, todo el recorrido histórico de la humanidad. El lenguaje reflejaría la suma de los recuerdos de la humanidad. Lenguaje y pensa­ miento se identifican y es, por este motivo, por el que el primero es espejo y reflejo del segundo. La especularidad del lenguaje queda, así,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz