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PROBLEMAS ONTOLOGICOS DEL LENGUAJE 169 gic and Knoidedge, G. Alien and Unwin, London 1956, 197-98; existe versión castellana con el título Lógica y Conocimiento, Taurus, Madrid 1960). Según lo ya indicado, la ambigüedad del lenguaje ordinario provie­ ne del significado de las palabras que nos llega por el conocimiento fa­ miliar directo con las cosas y por las reglas sintácticas que, a veces, son propicias para la construcción de frases paradójicas. Por ello, el len­ guaje lógicamente perfecto, como se dice en la cita russelliana, debe hacer que las palabras de cada proposición correspondan una por una a los componentes del hecho con el que guardan relación. Se excep­ túan, pues, palabras como «o», «no», «si... entonces», las cuales tie­ nen una función diferente, por carecer de conexión con la realidad y son palabras que se utilizan para componer oraciones, traduciéndose en lógica por «functores». Se establece, así, una isomorfía semántica: una sola palabra para cada objeto simple, y todo lo que no sea simple será expresado por una combinación de palabras. De manera análoga a como un cálculo lógico posee signos con los que se construyen sus fórmulas y reglas sintácticas, Russell pretende sustituir dichos signos por «palabras», una para cada objeto simple y añadir la sintaxis de la lógica formal. Tendríamos, entonces, un lenguaje ideal lógicamente per­ fecto. Desde el punto de vista de la sintaxis, todas las oraciones com­ plejas de este lenguaje ideal lógico perfecto podrían descomponerse en oraciones simples, de modo que la verdad o falsedad de las primeras sería una función de verdad o falsedad de estas últimas, como ocurre en cualquier cálculo lógico. Por tanto, solamente el lenguaje declarativo o asertórico —pequeña porción del lenguaje ordinario— podrá ser apto para hablar de lo que acontece y que nos dice el estado de las cosas u objetos simples: «esto es blanco», por ejemplo. Así, pues, las oraciones complejas del lenguaje ideal perfecto se construirán uniendo oraciones simples mediante términos de enlace co­ mo «o», «y», «si... entonces», etc. y se llamarán «proposiciones mo­ leculares» en contraposición a las simples o «atómicas». El lenguaje, según esto, se descompone hasta sus unidades mínimas no analizables ya en otras más simples. Una proposiciones así, tan sólo podrán des­ cribir la posesión de una cualidad por una cosa particular, «un hecho atómico», un estado de cosas similar al ejemplo citado de «esto es blan­ co». Hechos levemente más complejos son los que consisten en relacio­ nes diádicas: «eso está junto a aquello». El tipo siguiente será el de relaciones triádicas, como el hecho descrito por «esto está entre aquello

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