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134 JOSE BULLON HERNANDEZ fraguando lo que después vendrá a ser el bien común. Aparece una y otra vez como algo que ha de conquistarse, por lo que hay que velar (RN 23, 25 y 26). Sólo se logra el bienestar de las personas si se res peta el bien común. Pero el bien común viene indeterminado, limitán dose a enumeración y apelación al mismo para que un sector de la so ciedad no quede marginado. Es, por tanto, algo importante, base de la convivencia y colaboración entre los hombres, control de intereses par ticulares y posibilidad de que las distintas actividades, aptitudes y ofi cios diversos humanos se canalicen en una vida en sociedad hacia una colaboración y ayuda. Esto es, y poco más, lo que puede decirse sobre el bien común en lo que respecta a su definición de los primeros textos del Magisterio. Bastante es que aparezca como esfuerzo por lograr que la vida societa ria no quede abandonada a las pretensiones de los particulares. Se ha dicho que en la Rerum Novarum y la Quadragresimo Anno el concepto impreciso de bien común parte de un orden social estático. Existen naturales diferencias entre los hombres que no pueden ser cam biadas, produciendo una muy determinada manera de estabilización so cial. En la encíclica de León X III el orden social está perfectamente establecido de modo que intentar trastocarlo es ir contra la naturaleza y los planes del creador. Preciso es mantener el orden, asegurar la ar monía, mantenerse en el «statu quo», puesto que sólo este orden es reflejo del «orden divino». Se ha seguido diciendo que para la Rerum Novarum la forma de so ciedad más perfecta y que mejor recoge el orden divino es aquella so ciedad de tipo medieval: unidad cristiana regida por la autoridad es piritual del Papa al que se someten los reyes; dominio, por ende, de lo sacral y preponderancia de la Iglesia en todo el ámbito de la vida hu mana; sociedad jerarquizada: diversidad de poderes encomendados a cada uno en orden perfecto 124. 124. Sobre la sociedad medieval desde el punto de vista que aquí inte resa, el cristiano-eclesial, nos remitimos a los historiadores eclesiásticos: L lorca - G arcía V illoslada - M ontalbán , H istoria de la Iglesia II, Madrid 1963, 18-30, 150-163; J e d ín , Manual de H istoria de la Iglesia III, Barcelona 1970. En este libro existe una bibliografía sobre la época medieval en las páginas 21 a la 50. En estos autores encontramos una descripción detallada de esta so ciedad estable, asentada sobre un orden, reflejo del «orden divino» y de la «ciudad de Dios» de S. Agustín. L a vida es rectilínea, conserva y mantiene caminando en el respeto y admiración por lo existente. La estructuración so cial es perfecta: basta con que cada uno cumpla su papel.
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