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FUTURO DESDE LA OCTOGESIMA ADVENIENS 71 hace el esfuerzo suficiente para lograrlo8, ya que tiene capacidad para ello sin necesidad de que intervenga el estado. Para lograr los intereses personales todo está permitido: horas y horas de trabajo para el obre ro, explotación de niños y mujeres en las fábricas, sueldo m ín imo...9. En suma, una dinámica que consiste en trabajar para producir y acumu lar para volver a trabajar y acumular más, pero no para solución de la mayoría en su miseria y dolor donde más y más se hunde. Puede parecer que existe un cambio profundo desde el momento en que el sistema capitalista trata de controlar la anárquica dimensión individualista, ya desde fines del siglo X IX , con la proclamación de la pequeña intervención del estado que años después adquiere más am plitud y llega a ser casi decisoria en nuestra época. Y por otra parte, sobre todo últimamente, no sólo se reconocen los diversos sindicatos en los que el obrero se ampara, sino que se habla de acciones sindica les, participación y orientación del capital. E incluso se llega a hablar de un capitalismo que atiende a funciones sociales y que llega a ser de «rostro humano». En este sentido parecen expresarse algunos econo mistas: Keynes, Galbraith, Perroux, Fanfani. Keynes fue el primero que dio un vuelco a la economía capitalista. Lleva a cabo una verdadera reforma ante la gran crisis planteada por los años siguientes a la primera guerra mundial. En este tiempo se sus penden las grandes producciones bélicas, descienden los precios de las materias primas fundamentales y crece el paro de forma alarmante. En esta situación no puede permitirse que las leyes económicas sigan su curso natural. Keynes luchará denodadamente contra el «laissez faire et laissez passer», y aboga por una intervención del poder político pa ra levantar la agonizante economía. Según Keynes hay que tender, de forma contundente, a solucionar el paro para poder levantar la economía. El problema está en que los hombres, al aumentar sus ingresos, no aumentan sus consumos en la misma proporción y, por consiguiente, importantes recursos moneta rios no son gastados, ni tampoco invertidos. No hay equilibrio entre ahorro e inversión. Entonces, lo que el estado ha de hacer es velar por la inversión o demanda cada vez mayor, de modo que haga afluir di- 8. Este concepto de libertad es definido por Rousseau y Locke (años 1712- 1778 y 1632-1794). Cfr. J. Locke, Del gobierno civil, en Tratado sobre el gobierno civil, J. J. R ousseau, Origen y fundamento de la inigualdad, en Escritos poli - ticos, 204-267. Del original francés: Oeuvres Completes, París 1971. 9. L. L o ren zetti, Insegnamento sociale della Chiesa e sistemi economici, en Messaggio cristiano ed economía, Bologna 1974, 175-183.
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