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128 JOSE BULLON HERNANDEZ - Y en un tercer momento, carácter dinámico de la justicia. No es realidad que nos viene, sino que se va implantando en su proceso a los seres humanos. En segundo lugar el ideal de la liberación. Muchos serían los textos que tendríamos que citar en este apartado. En toda la primera parte de la carta, al hacer la descripción social, se respira este deseo de ver un mundo libre del m a l118. Y en este mismo sentido cuando expone la doctrina liberal y marxista 119; e invoca unas nuevas formas. En el fondo, sin explícitamente decirlo, lo que busca es una forma más libertaria. Liberación de las simples ideas, tecnología, progreso y dinero, puede darlo el estilo de sociedad que tienda su mi­ rada no desde unos principios hechos, sino desde aquellos que surgen del deseo liberador. El ideal liberador sólo puede llevarse a cabo en un estilo de socie­ dad que nosotros llamamos participativa. Es la única que permite ir sa­ ciando las aspiraciones humanas sin manipularlas ni dirigirlas. Ya el ideal de justicia, ya este de la liberación, nos pueden descu­ brir lo que es la sociedad de participación, si a ambos consideramos no solamente como realidades determinantes estables, sino, sobre todo, como virtualidades determinadas a través de la responsabilidad humana. Realizar la justicia o la liberación no es obra del destino o sólo del po­ der divino, sino también empresa de responsabilidad humana. El hom­ bre es quien se compromete a establecer lajusticia y liberación; par­ ticipa, pues, en el cómo y la manera enque ambas realidades han de sedimentarse. Nos dice abiertamente la Octogésima Adveniens: «Aunque a veces hay que poner límites, estas dificultades no deben frenar una difusión mayor de la participación de todos en las delibe­ raciones, en las decisiones y en su puesta en práctica» 120. Curiosamente cuando más claro puede parecer lo que es la sociedad de participación, más difícil resulta decirlo. Y esto es así, porque la so­ ciedad participativa no termina por estar determinada. Su característica propia consiste en que, posibilitando que el hombre se haga responsa­ ble en el obrar, sin embargo no queda anclada en ningún fondo. 118. OA del 8 al 21, en a c., 499-508. 119. OA 32, 21 y 35, en o. c., 513-514. 120. OA 47, en o. c., 523.

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